viernes, 25 de julio de 2014

SPINOZA ESTÁ EN EL TOUR


Hace años que quiero escribir sobre esto, muchos años. Nunca lo hice cuando él estaba en activo, pero ahora, finalmente, quiero escribir sobre él. Mis amigos y conocidos saben de sobra de mi pasión por el ciclismo, de mi fascinación por el Tour de France, yo como tantos otros, como Roland Barthes, por ejemplo, pero no sólo. Una pasión que no cede, a pesar de tantas cosas, a pesar de todo. Los ciclistas son otra cosa, deportistas, sí, pero otra cosa...
No aparece regularmente en los medios de comunicación, mejor diría en los media, porque no creo que la prensa, en general, sea escrita, radiada o televisada, comunique, sino que mediatice la opinión de las masas. Lo escucho la otra tarde, en una de las etapas de montaña de este Tour de Francia diluido en la nada, tras las caídas y, consecuentemente, abandonos de Chris Froome y Alberto Contador. Escucho su contención, su inteligencia. Esa que tan poco gustaba a los comentaristas y a la mayoría de los aficionados cuando participaba en las carreras. A su lado el comentarista jefe, mediocre y falto de criterio a la hora de analizar las etapas del Tour. Oficia eso que tanto gusta a las élites, lo politically correct. Pero para que el trágala pase con suavidad cuenta con un histrión de excepción. Es otro corredor, un corredor simpático, chistoso, vamos que cae bien al público televisivo, o no televisivo. Sucedía cuando estaba compitiendo, en activo. Pedro Delgado, Perico, era el héroe de los aficionados a este deporte. A pesar de su poca concentración en lo que estaba haciendo, a pesar de su poca cabeza, de su escasa inteligencia a la hora de saber leer la carrera... Esa tarde, como casi siempre, habla sin parar, y cuenta chistes, chorradas y claro, éso vende, éso gusta a un público falto de criterios para expresar una mínima crítica.
El otro, ese que irradia inteligencia, serenidad, calma y contención, se llama Miguel Indurain. Lo escucho ahora y no puedo impedir que mi cabeza vuelva a esos primeros años Noventa del pasado siglo, esos años que fueron suyos, y esos años en los que yo disfruté tanto, y fui un poco feliz, con un corredor anómalo, un corredor español distinto a todos los demás. Un corredor serio, inteligente, único. Cada uno tiene sus héroes, y uno de los míos, aunque no sea ni mucho menos el único, es él, Miguel Indurain.
Lo pensaba cuando seguía las etapas, por aquellos años, ¡coincidencia!, cuando en un seminario en la facultad de filosofía me devanaba los sesos estudiando la Ética de Spinoza, o Espinosa, como me gusta a mí escribir, ya que era un judío descendiente de españoles, y el apellido se escribe así. Enseguida lo tuve claro, me era sencillo hacer esa, quizás, banal comparación, aunque no creo que lo fuese tanto. Impresionaba ver a cualquier corredor, a todos los corredores, no sólo en esos años, incluso en otros, cómo palidecían de miedo cuando en el horizonte se alzaban los colosos alpinos o pirenaicos. Cómo fiaban todo su porvenir a la esperanza, hipotecando su propia posibilidad material de imponerse sobre esas dos categorías, el miedo y la esperanza, que alejan a los seres humanos de la posibilidad de ser libres con mayúsculas. Pero él, él sí que frente a esas montañas jamás aparentó ni miedo ni esperanza. Su inteligencia, su cabeza, le hacían aparecer como lo que era, un corredor como la copa de un pino, uno de los grandes, quizás, junto con Eddy Merckx, el más grande de la historia de este deporte que tanto amo. Desde luego, el único que ganó sus cinco tours de manera consecutiva, igualando el palmarés del belga y de dos franceses geniales, Jacques Anquetil y Bernard Hinault.
Sus cualidades físicas eran destacadas, pero como lo son las de tantos corredores del pelotón internacional. Sin embargo, no son precisamente, y sólo ellas, las que hacen que un ciclista llegue a ser un campeón. Es la inteligencia, lo que le va a separar del resto, aunque en ciertos momentos pueda parecer que otros llegan a igualarlo. Amo la inteligencia en las personas, y por eso lo amo a él. Y no exagero si afirmo que tengo una gran deuda con Miguel Indurain, porque durante esos años que van del 1991 al 1995, casi cerrando el fascinante y terrible siglo XX, su elegancia, su clase y su comportamiento en la carrera, hicieron que pudiera alcanzar momentos de felicidad que nadie me podrá ya quitar. Suena fuerte, lo sé, pero querría gritarlo con fuerza. ¡Spinoza estaba en el Tour!  





lunes, 21 de julio de 2014

UNA DULCE DERROTA


Esta tarde estoy empeñado en encontrar cosas raras, poco usuales, o que casi nadie busca. Me muevo con cierta ligereza a pesar de que el calor ha vuelto, aunque no excesivo aún. Tiempo al tiempo. El pleno verano, aún sin sus sacudidas más bruscas, nos hace sentirnos distendidos, la tensión baja y la libido es un fantasma. Busco una bovina de hilo para un paraflex, vieja palabra casi en desuso, e incluso viejos manuales que ya nadie utiliza o estudia. Las obras completas de Sigmund Freud. No, yo las tengo hace tiempo y he disfrutado y disfruto de ellas. Busco uno de los manuales donde se aloja uno de los ensayos más lúcidos del judío vienés. Es un regalo que quiero hacerle a una amiga pianista.
La ciudad tiene todas esas posibilidades y muchas más. Y, como siempre, la sorpresa te asalta cuando menos te lo esperas.
Estoy en el metro, en una de las puntas de una de las líneas. Me siento. A mi lado tres chiquillas, no creo que pasen de los quince, ríen, se divierten, se sienten importantes, únicas, inmortales. Enfrente, un señor de los de antes, tal vez en torno a los ochenta, vestido con un traje azul marino cruzado de botones escandalosamente dorados. Clásico, elegante, tocado con unas gafas de carey, redondas, como las de Pessoa, o las de Azaña, o las de tantos otros, que más da. Me produce sudor, aunque soy de los que necesita una buena calefacción o un sol más que tórrido para comenzar a sentirme asfixiado. Sin embargo, esta tarde me llega la calorina mientras observo cómo el anciano con suma vivacidad no para de seguir los movimientos de las tres infantas. 
Se mueven, se cambian de sitio, hasta que en un determinado momento están las tres juntas, arracimadas, casi pegaditas al señor de las gafas redondas. Yo llevo pensando algo desde hace ya unos minutos. Pienso en él y en mí, en su ancianidad y en mi no juventud. En que tanto él como yo hemos sido ya un poco derrotados en el terreno del amor. O tal vez no, quién sabe.
Aunque hay una cierta distancia cronológica entre él y yo, me vienen a la cabeza las palabras que me dijo en su casa el poeta Marcos Ana cuando lo estuve entrevistando. Le hablaba de lo bien que le veía pasados ya los noventa y me decía él, al decirle yo que no era tan joven como él pensaba, que sí, pero tú eres un chaval a mi lado...
Pienso en el poeta mientras miro la presencia elegante y distinguida del señor que tengo enfrente. Lo veo nervioso, dubitativo, agitado. Y sucede, lo que tenía que suceder. Sucede lo que yo pensaba que tendría que suceder. Se arranca y se pone a hablar con ellas. Aunque la distancia que me separa es corta, los vagones modernos son pequeños y estrechos, no logro descifrar las palabras que con tanto interés escuchan ellas. Ríen un montón, están felices, son guapas, están llenas de vida. Son la vida, diría yo. Pero en mi interior me atrevo a sospechar que no les está largando una perorata insufrible...Diana. Sí, hago diana en mis apreciaciones, cuando oigo decir a una de ellas, dirigiéndose con cierta ternura al señor que estoy describiendo, "Pero usted ha sido más que un rompecorazones...". Claro, me digo, es lo que había fantaseado yo en mi cabeza. Observaba su meneo constante de cabeza, su mirada ansiosa. Intuía, sabía, que se le iban los ojos detrás de las jóvenes florecillas. Su cara irradiaba la satisfacción de poder contemplar esa belleza inocente y natural. 
Aunque ellas se habían despedido ya en el vagón, no podían imaginar que al abrirse las puertas él también iba a apearse. Las puertas se quedan abiertas durante unos segundos, y puedo escuchar cómo vuelven a despedirse, sin embargo vuelve a detenerlas y vuelven a juntarse como en círculo. Les sigue hablando mientras ellas bajan sus cabezas de largas melenas para escuchar mejor las palabras que pronuncia el elegante anciano. El tren penetra veloz en el túnel y yo sonrío con complacencia.






Jesús Marchante, "L'autre rive II"

viernes, 18 de julio de 2014

EL ORIGEN DEL MAL





Contemplo la foto y no dejo de pensar en algo que resulta evidente. Cómo es posible que esos cretinos, esos catetos, que aparecen en ella, tuvieran en sus manos el poder de dirimir el principio o el fin de tal carnicería. ¿Quiénes eran esos tipejos con pinta de mequetrefes? Hace muchísimo tiempo que me interrogo sobre esta catástrofe histórica que para mi supone el inicio del mal.
Es un lugar común afirmar que si el serbio de Bosnia, Gavrilo Princip, no hubiese asesinado al archiduque Francisco Fernando, heredero del Imperio Austrohúngaro, el estallido no hubiera tenido lugar. Vana consolación que no logra explicar nada del por qué de la Gran Guerra de 1914-1918. Hay historiadores que para mí tienen un gran crédito, es el caso de Eric Hobsbawn, que  apuntan como una posible causa la equivocación política y el error de cálculo. Bien, puedo pensar que estos elementos que señala el historiador inglés puedan formar parte de una posible explicación política, que sin embargo en nada colma mi ansia por entender qué demonios sucedió aquel mes de julio de 1914 para que la civilización occidental decidiera suicidarse de manera tan brutal. Hay otra visión, fuertemente pesimista, que incide aún mucho más en esa visión lúgubre de los acontecimientos. Me refiero a lo que Joseph Conrad afirma en su inquietante relato El corazón de las tinieblas, poniendo, tal vez, al mismo nivel la verdad con el mal.
No obstante, aún no siendo algo definitivo, vengo sosteniendo hace ya algunos años, que la más lúcida explicación, o, mejor, el más lúcido análisis sobre lo que aconteció en Europa en aquellos años terribles, es el diminuto ensayo, poco más de quince páginas, que apareció por primera vez en 1915, por entregas, en un periódico vienés, y que llevaba la firma de Sigmund Freud. El artículo, que así se podría también llamar, lleva el título de Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte, y a mi juicio acierta de pleno a la hora de enumerar las causas que llevaron a los hombres a esa enorme carnicería. Sin embargo, si tengo que ser completamente sincero, ni siquiera Freud consuela del todo la desazón que me embarga cada vez que me documento, a través de fotografías o de filmaciones, sobre la Gran Guerra.
Incluso, hace algún tiempo, yo mismo he tratado de reflexionar sobre ello atreviéndome a trabajar sobre una serie de diez dibujos que llevan precisamente el nombre del encabezamiento. 
Qué es lo que hizo que millones de hombres caminaran como autómatas hacia aquellas trincheras en las que tuvieron que soportar tan enormes calamidades y de las que tantos y tantos nunca volverían.
Vivimos una época en la que frente a los desastres y a la represión que nos impone el poder, salimos a las calles y gritamos "¡Sí se puede!". ¿Acaso en aquel verano de 1914 no se podía?
Desde luego, gracias al trabajo de un grupo de activistas e intelectuales de gran altura, que estaban encuadrados en un partido llamado bolchevique, sí que demostraron que se podía, ya que lograron que durante el penúltimo año de la guerra, los soldados de Rusia desertaran en masa de esas cloacas llamadas trincheras, y de los campos de batalla, donde la carne humana no valía más que la de cualquier alimaña que vagase por esos campos de la muerte.
Somos hijos del mundo que se abre con la caída del muro de Berlín, pero estamos también prisioneros de lo que inaugura esa terrible guerra. La tentación, en algunos, que luego por diversas causas históricas, contamina al resto, de pensar que el enemigo es el otro. Y la terrible conclusión de que el otro es cualquiera que no sea yo mismo...



  
Jesús Marchante, "El origen del mal III"

martes, 1 de julio de 2014

ÉRASE UNA VEZ...


Érase una vez una ciudad, Madrid. Érase una vez una calle, la Gran Vía... Una ciudad donde una cierta arquitectura tenía sentido y tenía utilidad. Sin embargo, hoy, ya no. Ahora, hecha trizas la resistencia ciudadana, las autoridades, despojos de despotismo barato, deciden sobre el bien y sobre el mal. Sobre lo divino y sobre lo humano. Ahora, la cultura, palabra completamente vaciada de contenido real, ha sido ya destruida.

Una calle, la Gran Vía, paradigma de las calles europeas, decorado absoluto del iluminismo más sobresaliente. Espacio que conjuga todas las direcciones. Ahora, castrada de manera brutal. Sus cines pertenecen al mundo de nuestros sueños. Apenas quedan dos en pie. Capitol y Palacio de la Prensa. Los demás, han desaparecido tragados por la contemporaneidad capitalista, aunque sus nombres resuenan en nuestra memoria. Palacio de la Música, Coliseum, Avenida, Gran Vía, Lope de Vega, Rex, Rialto, Pompeya, Azul, Coliseum... seguro que me dejo alguno.

La Gran Vía, en los inicios de la década de los años Treinta del pasado siglo. Portal de una modernidad que encontrará su acoplamiento durante la brevedad política de la Segunda República. Sin embargo, todo suena ya demasiado lejos, como en los cuentos, como en el ayer de un pasado remoto que sabemos que ya nunca va a volver.

Es duro subir y bajar la Gran Vía, sin poder contemplar las grandes carteleras que anunciaban las películas, soporte de la materialidad de los sueños jamás arrebatados por el poder ciego y frío de la sociedad capitalista. No obstante, quizás, en algún momento, podamos volver a reconstruir la razón tras los restos de la tormenta.

sábado, 21 de junio de 2014

DISOLUCIÓN DE LOS CUERPOS REPRESIVOS


Lo sé, sé que el título rememora otra época, tiempos ya lejanos. Y que este grito implicaba que estaba en curso una mani, un "salto" ilegal. Eran los tiempos de la dictadura franquista, y manifestarse, hacer cualquier acto de protesta, implicaba jugarse el tipo y la cárcel...

Jueves 19 de junio, día de la coronación de Felipe VI. Su padre, el rey Juan Carlos I, ya ha presentado la abdicación, todos los preparativos están en marcha para proceder a la segunda restauración borbónica. El régimen, salido de la aprobación de la Constitución de 1978, tiene prisa, mucha prisa. El tablero parlamentario se ha movido, quizás más de lo esperado, en las elecciones europeas del 25 de mayo pasado. Hay que sustraer al pueblo su capacidad de decidir, igual que se hiciera una vez restablecida la democracia apadrinada por la izquierda y el franquismo, muerto el dictador. Ni entonces se devolvió la legitimidad democrática al gobierno de la II república en el exilio, garante de las últimas elecciones celebradas en febrero de 1936, ni tampoco ahora, cuando habría la posibilidad de abrir un nuevo proceso constituyente, agotado el de 1978, se va a dejar decidir, libremente, al pueblo sobre la forma de Estado y de otras cosas urgentes. 
Aparte de que muchos ciudadanos no eran mayores de edad en aquel lejano '78, y no pudieron emitir su voto, estamos también los que, como yo, votamos en contra de aquella constitución que no permitía el derecho de autodeterminación de los pueblos que constituían España, ni defendía con claridad las garantías ciudadanas. Por no hablar de la consagración de la inviolabilidad del Jefe del Estado. Elementos más que suficientes  para que los jóvenes de la Liga Comunista Revolucionaria llamáramos a votar NO a esa constitución amparada por el pacto contra natura entre la izquierda y el franquismo, que perpetua hasta el día de hoy la impunidad de aquella dictadura.

A pesar de que no hay mucha gente siguiendo el paseo real por el centro de Madrid para aprobar, simbólicamente, dicha coronación, todo el aparato del Estado y sus medios de comunicación, es decir, casi la totalidad de la prensa escrita y audiovisual, no han dejado de martillear a la ciudadanía en los días anteriores al acto principal. No sólo, durante el acto de la proclamación del nuevo rey, una herramienta virtual tan importante como Facebook ha sido bloqueada durante casi una hora. Son los primeros signos de que no se va a permitir ningún tipo de protesta. Se han declarado ilegales los símbolos republicanos y su uso por cualquier ciudadano durante este jueves real. No obstante, a eso del mediodía, un reducido grupo de republicanos intenta abrirse paso en la Puerta del Sol, ocupada por decenas de furgonetas policiales, como si de un aparcamiento privado se tratase, y precintado todo su perímetro para impedir el libre tránsito por ella. Por si ello no bastase, como medida disuasoria, se ha cerrado la estación de metro de dicha plaza y alguna más. El monarca va a empezar con buen pie autoritario su reinado.

Madrid sigue empachada de banderas nacionales, pero apenas hay gente paseando por el centro. A las 20 horas hay una cita a la que hay que acudir por muy ilegal que esta sea. Un llamamiento desde distintos ámbitos republicanos convoca al pueblo de Madrid a reivindicar la república en la Puerta del Sol. Sigue ocupada policialmente y su estación cerrada a cal y canto. La serpiente de cristal por donde entran y salen los viandantes aparece grisácea y apagada. Hay policía para aburrir y para reprimir incluso una manifestación que fuese muy numerosa. Algunas decenas de ciudadanos valientes enarbolando banderas tricolores tratan de manifestarse. Dos grupos separados por decenas de metros aglutinan a esos cientos de madrileños que, haciendo caso omiso de los dictados gubernamentales, tratan de avanzar en medio de las vallas que establecen un escaso pasillo por donde caminar. El resto es una línea de policías que impiden cualquier tipo de escaramuza.
Se empiezan a emitir consignas a favor de la III república y contra el estado policial. Me viene a la cabeza una imagen del "Amigo Americano" de Wim Wenders. En lo alto de una medianería de una zona desolada de la ciudad, una enorme pintada en blanco reza: BRD: STAATSPOLIZEI. Y eso es lo que querría escribir sobre algún muro ahora: ESPAÑA, ESTADO POLICIAL.
Lo percibo, está a punto de suceder. Esos supuestos garantes del orden están muy agitados y empiezan a tener gestos con la gente poco amigables. Si uno trata de moverse hacia atrás o hacia un lado, la policía te empuja sin ningún miramiento. Y sucede, vaya que si sucede. Empiezan a cargar contra gente indefensa que sólo trata de expresar su libertad. No miran si son jóvenes, ancianos, mujeres o niños. Cargan y basta, como si fuésemos bultos o piedras. Se llevan detenidos a algunos, a base de patadas, tirones de cabellera y de arrastrar a los detenidos por el asfalto. La rabia y la indignación se apodera de todos nosotros. Y me sale natural, sin forzar, por encima de ciertas convenciones que pretenden hablar de una policía al servicio de los ciudadanos porque estamos en una democracia, ¡¡¡disolución de los cuerpos represivos!!!, y es coreada por la gente que me acompaña. Lo he hecho en otras manis, y alguno ha venido a decirme: "¿Tú eres de la Liga, no...?", y yo he sonreído con cierta complicidad. Pero esta tarde, esta tarde, ese grito es absolutamente necesario y clarificador para entender lo que está pasando. Y lo que está pasando es que los cuerpos represivos reprimen la libertad de expresión, la libertad de manifestación, con extrema brutalidad. Que una plaza pública tan cargada de simbolismo, como la Puerta del Sol, está ocupada militarmente. Y eso no es posible en una democracia verdadera, eso sólo es posible en una dictadura, en una dictadura, la nuestra, barnizada con apariencia democrática.
Felipe VI podría haber hecho un gesto verdaderamente democrático y aparecer como un rey constitucional aunque nadie lo haya elegido, pero ha preferido seguir los pasos del régimen que está fundamentado en la legitimidad de la dictadura, en la ley de punto final de la llamada transición democrática. O rompemos esa ley de punto final, o pereceremos bajo los escombros de este régimen autoritario.  

viernes, 20 de junio de 2014

EL HORROR ESTÁ AQUÍ


A veces, pensamos o buscamos lejos de nuestro entorno lo horroroso, lo malvado o lo inquietante. Sin embargo, con relativa asiduidad, no hace falta que pensemos o nos marchemos lejos de nuestro propio país.

Es insoportable, indigno y horroroso, vivir en un país, España, donde casi 40 años después de las primeras elecciones democráticas, aunque no del todo, porque hubo partidos que no fueron legalizados hasta pasadas esas primeras elecciones, tras el largo, demasiado largo, paréntesis de la cruel dictadura franquista, aún sigue sin condenarse el levantamiento militar de julio de 1936 y, por lo tanto, continua vigente la impunidad de esa dictadura y su actos horrendos.

La llamada transición española es, bajo mi punto de vista, nuestra ley de punto final que eximió y sigue eximiendo a la dictadura de pagar sus crímenes, torturas y desapariciones. 
La izquierda española, P.S.O.E. y P.C.E. pactaron con los restos del franquismo, a la muerte del dictador Francisco Franco, privar a los ciudadanos españoles de una ley electoral que diera más preeminencia, como es lógico, al voto de las grandes ciudades frente a los núcleos más pequeños y rurales. Impidiendo, así, que se volviese a repetir la experiencia republicana de 1931. Pero no sólo pactaron esa salida antidemocrática, también sellaron, con mano de hierro, la imposibilidad de llevar ante los tribunales a la dictadura, y a sus ejecutores, por todos sus crímenes y asesinatos. Se trataba, así, con la complacencia de quienes sufrieron en sus propias carnes la represión al finalizar la contienda, de impedir que se supiese la verdad sobre los casi 125.000 desparecidos en las cunetas, desde 1939 hasta bien entrados los años cincuenta del pasado siglo. 

Pero lo más horrendo es cuando uno escucha de labios de jóvenes universitarios, "que el franquismo es algo que han estudiado en los libros y que no les afecta. Que los problemas reales son otros..." Y no hablo de estudiantes que se puedan situar ideológicamente del lado de los actuales gobernantes. No, y por eso es más desalentador. 
Está claro que los programas educativos siguen estando lastrados por ese pacto al que aludía anteriormente. De nada sirvieron las mayorías socialistas para recuperar la verdad histórica sobre esos hechos abominables. 

Sin embargo, poco a poco, despacio, pero sin pausa, un grupo de antiguos militantes antifranquistas agrupados bajo la COMUNA, con una iniciativa que se llama QUERELLA ARGENTINA, están tratando de que el silencio que pesa sobre la dictadura acabe de una vez por todas. Y han conseguido sentar en el banquillo a dos torturadores, aún vivos y coleando, Jesús Muñecas Aguilar y Antonio González Pacheco, más conocido como Billy el Niño.

Recientemente, la jueza argentina que lleva la causa en Buenos Aires, María Servini, ha visitado diversos puntos del Estado español para tomar declaración a personas represaliadas y torturadas durante la dictadura. Finalmente, un juez español de la Audiencia Nacional, Andreu, colaborará con la querella argentina.

Pero el terror no sólo se aplicaba sobre los adultos, también se aplicaba a los niños recién nacidos. Miles de niños robados por la dictadura a sus padres auténticos y dados en adopción a otras familias. Una práctica que hiela el corazón, si decimos que fue llevada a cabo hasta mediados de los años ochenta del pasado siglo, bajo una "democracia" que estaba ya rodada.

El esfuerzo de estos luchadores de la COMUNA, a la que tengo el orgullo de pertenecer, es un esfuerzo que requiere el apoyo de toda la sociedad española. En primer lugar por los movimientos sociales que luchan por acabar con la casta fascista que gobierna el país, empobreciendo y arrojando a las tinieblas a miles y miles de ciudadanos. En segundo lugar por la mayoría de la población que sigue viviendo de espaldas a unos hechos que nos marcaron y que siguen reproduciendo los fantasmas de esta terrible realidad política en la que nos encontramos.

martes, 13 de mayo de 2014










“La poesía son momentos anímicos que te van iluminando el camino” – Conversaciones con Marga Clark
De Jesús Marchante





Jesús Marchante: Estamos en casa de Marga Clark, que es fotógrafa y escritora, de hecho, ¿cómo te definirías tú?
Marga Clark: Bueno, intento no definirme, pero sí me gustaría decir que la poesía es el origen de toda mi creación.
JM: Y estamos aquí sobre todo para hablar de un libro que se va a publicar en Italia, que se llama El olor de tu nombre. El olor de tu nombre alude a un nombre, como es evidente, yo sé qué nombre es, pero prefiero que sea Marga quien nos diga a qué nombre alude el título de su libro.
MC: El nombre alude a la memoria de mi tía, la hermana de mi padre, Marga Gil Roësset, una mujer y una artista de una fuerza y de un talento extraordinario. A mí me llamaron Marga por ella, pero siempre ha sido un tema tabú en mi familia. Yo sólo sabía que había muerto muy joven y que habían silenciado su memoria. Mi tía era considerada una niña prodigio en aquella época. Dominó el dibujo, la acuarela y la escultura a una muy temprana edad. Empezó alrededor de los siete años cuando escribió e ilustró un cuento para su madre: La niña curiosa; y años más tarde, ilustró los cuentos que escribía su hermana Consuelo, que era tres años mayor que ella. A los quince años Marga ya estaba tallando en madera y más adelante usa el martillo y cincel esculpiendo en la piedra y el granito. Fue una de las primeras mujeres en esculpir en piedra, debía tener mucha fuerza en las manos. Marga conoció a Juan Ramón Jiménez el último año de su vida, en 1932, a través de una amiga común en una mañana de concierto, pero el poeta y su mujer, Zenobia, ya sabían de la existencia de estas dos hermanas de gran talento, porque les habían dejado como regalo, en la portería de su casa, un cuento, El niño de oro, que Consuelo había escrito y Marga ilustrado, a los doce años. Los dibujos eran de una modernidad, de una pasión y de una técnica tan perfectas para una niña que conmovieron profundamente al poeta. De manera que cuando Marga conoció a Juan Ramón y a su mujer, a los veinticuatro años, decidieron, después de ver su obra, que ella esculpiría sus bustos. En el transcurso de unos meses de intenso trabajo en casa del poeta, Marga terminó el busto de Zenobia, pero también acabó enamorándose perdidamente de Juan Ramón, y al no encontrar salida a esta situación, a ese amor totalmente romántico y platónico, se inmoló. Sabemos que su amor fue platónico porque ella escribió en su diario, ocho días antes de su muerte: “Si tú… espontáneamente, me dieras un beso”. Y también expresa en su diario su desesperación ante una situación amorosa que ella consideró imposible, cuando dijo: “Y como sin ti… es que ni quiero, ni me importa nada… lo mejor es morirme…”. Marga se pegó un tiro en la sien y acabó de esta forma con su breve e intensa existencia. El trágico destino de mi tía ha sido siempre un tema tabú en mi familia, pero aunque no se hablaba de ella, yo intuía su presencia en su obra, en sus dibujos y esculturas, que además estaban firmadas con su nombre. Siempre me pregunté quién era esa persona, que se llamaba como yo, que hacía esas esculturas y esos dibujos tan increíbles, tan llenos de emoción y de pasión, y  por qué no hablaban nunca de ella. En aquellos momentos yo no entendía muy bien su obra, pero la sentía muy dentro. Sus ilustraciones, dibujos y esculturas despertaban en mí muchas y diversas emociones; contemplándolos presentía la tragedia y el dolor, porque eran dramáticos y desgarradores y tenían alma. Más tarde, cuando me fui a Estados Unidos con una beca de estudios, a los diecinueve años, me llevé la memoria de mi tía Marga conmigo, y no me cabe la menor duda de que ella fue la responsable de que yo me lanzara al mundo de la creación. Marga, la mujer y la artista, siempre han formado parte de mi imaginario creativo y, como consecuencia, probablemente haya tenido una gran influencia en toda mi obra, tanto artística como literaria.
JM: Estamos, estoy, frente al dibujo que es uno de los últimos dibujos que realiza Marga Gil Roësset antes de suicidarse, y es el dibujo que ilustra la portada del libro, El olor de tu nombre, publicado en España, y también la de la edición italiana, L’odore del tuo nome, así que los lectores italianos van a poder disfrutar de este dibujo. Lo que me llama poderosamente la atención en el libro es el hecho de que hay una trasposición de las dos Margas, de Marga Clark y de Marga Gil Roësset. No se sabe muy bien, porque además el epígrafe de cada capítulo son unas líneas del diario al que tú hacías referencia anteriormente, del diario que escribió Marga…
MC: Son fragmentos, sí…
JM: Sí, son fragmentos del diario que escribió durante la última semana antes de su muerte, entonces, en tu poemario, no se sabe muy bien cuándo habla Marga Clark y cuándo habla Marga Gil, en definitiva es un libro que pertenece a las dos, ¿no crees?
MC: Sí, yo pienso que es un libro casi escrito a cuatro manos porque la voz lírica de la autora, en este caso Marga Clark, se desdobla en la voz de su tía. La voz lírica de la poeta está siempre en consonancia con la voz de la escultora Marga Gil Roësset. A veces es la poeta la que habla, dirigiéndose a su tía, y otras, es la escultora quien se dirige a la poeta, su sobrina, expresándole su estado de ánimo. En este poemario establezco un diálogo íntimo y profundo con la memoria de mi tía. La voz lírica se desdobla constantemente en ella  intuyendo su estado de ánimo, el dolor que ella podría sentir ante su desánimo, su desengaño amoroso; y también, a veces, la escultora se dirige a su amado. La voz lírica de la tía está sacada directamente de los fragmentos del diario que ella escribió ocho días antes de su muerte. Ella dice, por ejemplo, “y mi alma se parte…” o “¡Cómo duelen de agudo las articulaciones del alma…!”, Marga  expresa su dolor en su diario la noche última, antes de suicidarse diciendo; “Mi amor es infinito… la muerte es infinita… el mar es infinito… la soledad infinita… yo con ellos… ¡contigo…! Mañana tú ya sabes… yo… con lo infinito…”.
JM: Evidentemente es de una profundidad inquietante, un diario del cual hoy, tantos años después, el público, los lectores no pueden tener la oportunidad ni el placer de leer, porque sigue siendo inédito, no se ha publicado, hasta estas fechas…
MC: Se ha publicado la mitad del diario, yo lo publiqué en una novela, que se titula: Amarga Luz, publicada por la editorial Circe en 2002, ̶ en el 2011 la editorial Funambulista sacó una nueva edición – y allí, por exigencias narrativas, muestro su diario porque es verdaderamente cómo su familia descubre que Marga Gil Roësset se suicida por ese amor que ella consideró no correspondido, por este sentimiento tan profundo que sentía hacia el poeta Juan Ramón Jiménez.
JM: Es evidente que en tu novela se reproducen fragmentos extensos de ese diario, pero el diario en sí, como tal, como lo escribió Marga Gil no está publicado al día de hoy…
MC: No, el diario completo no está publicado.
JM: En todo caso, un escrito, una pasión materializada en palabras de una artista, de una escultora y dibujante, como era Marga Gil Roësset sería importante, porque igual que el diario no es conocido, tampoco su obra es conocida dentro de nuestro país, en España…
MC: Se hizo una exposición en el año 2002, en el Círculo de Bellas Artes, y conseguimos reunir entre toda la familia lo que queda de su obra, porque ten en cuenta que Marga, el último día de su vida, fue a su taller y destrozó la mayor parte de su obra, pero se conservaron los dibujos que ilustraron sus varios libros de cuentos, un libro de canciones con textos en francés de su hermana Consuelo y música de su cuñado con tres ilustraciones suyas, una de las cuales se asemeja tanto a las de Le Petit Prince de Saint-Exupéry, que se ha comentado que posiblemente el escritor se pudo haber inspirado en ella; teniendo en cuenta que este libro se publicó once años antes. Para la exposición se pudieron reunir unas cien obras, entre dibujos, acuarelas, ilustraciones y las diecisiete esculturas que todavía se conservan, entre las que se encuentra el busto de Zenobia. Se hizo una exposición muy interesante, preciosa, en el Círculo de Bellas Artes, en la Sala Goya y…
JM: …y nada más, no se hizo nada más…
MC: …y nada más, porque inexplicablemente se paró la itinerancia de esta exposición.
JM: Y nada más, quiero decir que salvo esta exposición, que acontece muchos años después de la muerte de la artista – recordemos que Marga Gil muere en 1932 y como tú acabas de decir la exposición se organiza en el año 2002 – nunca más se ha visto nada, no sólo, el público español y el público internacional que visita Madrid, no puede ver nada de la obra de esta enorme artista  porque no está representada en ningún museo y no está representada en ninguna institución, en ninguna fundación y en ninguna parte. Es una artista invisible, inexistente, aunque los que amamos y apreciamos a Marga Gil Roësset sabemos de su importancia. Como decías tú, Marga ilustra con doce y trece años dos libros de cuentos, La rose des bois y El niño de oro, y cualquiera que pudiera ver esas ilustraciones se daría perfectamente cuenta de que, ni tú ni yo estamos exagerando, es una artista de una altura enorme, porque con doce y trece años me atrevo a afirmar que dibujaba mejor que artistas de la talla de Pablo Picasso o de Francis Bacon o de René Magritte o incluso, quizás voy a hacer una exageración, ni Leonardo da Vinci con doce años dibujaba como dibujaba Marga Gil Roësset.
MC: Tampoco tenemos que hacer tantas comparaciones, ella tenía una voz propia…
JM: Todo esto tan sólo para resaltar la grandeza de una artista que al día de hoy sigue siendo una gran desconocida.
MC: En su época se habló mucho de ella. En 1930, cuando Marga participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes, a los 22 años, y presentó su escultura, “Adán y Eva”, todos los críticos se quedaron boquiabiertos al presenciar la genialidad de esta obra, y le hicieron varias entrevistas.  José Francés, que era el crítico de la época, dijo: “Se está, pues, en presencia de un artista verdadero, que no debe nada a profesores ni maestros. En ella estaba todo, como un don del más allá”, y también dijo: “Esa falta de piedad, de compasión, enfermiza, pero no de ternura, es lo que caracteriza a Marga… …Es siempre la verdad exaltada, sin perder la solidez estructural de la forma; es siempre la sed imaginativa…”. Y Marga contesta cuando le preguntan sobre qué intentaba hacer en esa escultura maravillosa de Adán y Eva: “Yo intento siempre operar sobre mis esculturas de dentro afuera, es decir, trato de esculpir más las ideas que las personas. Mis trabajos en cuanto a la forma podrán no ser muy clásicos, pero por lo menos llevan el esfuerzo de querer manifestar su interior”. Y sobre “Adán y Eva” dice: “Padres del género humano, viejos como el mundo, atlético él, fuerte como para engendrar a todos los hombres, débil ella, apoyada en el robusto pecho del hombre, pero amplios sus senos como para amamantar a toda la humanidad. En sus caras es reflejado el dolor, dolor del paraíso perdido, dolor de sentirse solos, en medio del planeta, dolor por todos los dolores que habrán de arrastrar sus hijos a través de los siglos. No sé si he logrado mi idea”.








JM: Sí, es absolutamente clarividente la expresión de su propio trabajo. Para acabar esta pequeña semblanza sobre Marga Gil Roësset hay que decir que ha quedado claro, cuando tú leías la crítica de Francés de 1929, en La Esfera, que es una artista autodidacta, que se hace a sí misma, y de ahí, todavía aún más, su grandeza, cuando yo decía anteriormente que los dibujos que hace con doce y trece años no son los dibujos propios de una niña, ni de alguien que no tiene una formación, sino son dibujos completamente acabados, con una profesionalidad y una mano que asombran cuando uno sabe que han sido compuestos por una niña de tan sólo doce años. Yo ahora lo que querría es un poco volver sobre Marga Clark, sobre la Marga escritora, poeta y también sobre la Marga fotógrafa, porque cuando leemos tu libro, El olor de tu nombre, y no sólo ese libro, porque tienes más libros publicados de poemas…
MC: …sí, con este último que saldrá para esta Feria del libro serán ya ocho poemarios…   
JM: …ocho libros, nos encontramos ante una escritora de una potencia, de una elegancia y de una personalidad enorme que, sin embargo, para mí, conociendo un poco tu obra como fotógrafa, no están para nada fuera de lo que es tu trabajo como artista, sino que en definitiva, cuando yo contemplo las series de fotografías que tú a lo largo de estos años has producido, me encuentro con esa misma potencia, con esa misma impronta personal y con esa misma, ¿cómo decir?, originalidad que desprende toda tu obra. ¿Qué nos podrías decir sobre cómo afrontas tú la escritura?
MC: La escritura para mí es, diríamos, un refugio, es una salvación, y esto también lo dicen muchos poetas y escritores, pero, como ya he dicho antes, para mí la poesía, en realidad, ha sido el origen de toda mi creación. Yo escribía poesía desde muy pequeña, y es más, cuando tenía catorce años, yo ya intuía que el mundo de la poesía era hacia donde iba a dirigir mis pasos, y es que a veces, inconscientemente, nuestra conciencia nos va guiando por un cierto camino; y fue muy interesante descubrirlo hace unos años, cuando releyendo cartas del pasado, me encontré con un papel cuadriculado donde yo había escrito, con mi letra de niña de colegio, este verso: “Si el verso rima con la muerte/ y la poesía es el rumbo de mi vida/ vida y muerte rimarán en mi existencia/ y esa rima creará poesía”. Yo me quedé de piedra cuando leí esto, ¿cómo había podido escribir: “…y la poesía es el rumbo de mi vida”? , ¿cómo podía yo saber a los catorce años que la poesía guiaría mi vida? Es que a veces, tu conciencia se adelanta a lo que está pasando en tu vida y te va guiando el camino. Siempre he dicho que la poesía son momentos anímicos que te van iluminando el camino. Así que cuando me fui a Estados Unidos a los diecinueve años con una beca, me llevé, junto a Marga, mi escritura, mi poesía silenciosa, porque allí yo no tenía ni maestros, ni grupos, ni nadie donde poder apoyarme, de manera que seguí escribiendo poesía de una manera silenciosa, es decir para mi yo más íntimo. Salí al mundo de la creación con la imagen, y no con la palabra, porque era más fácil para mí expresarme a través de las imágenes en una cultura tan diferente a la mía, de manera que yo empecé a investigar con la fotografía, pero siempre muy influenciada por el mundo poético. Existe una gran relación entre mi poesía y mi fotografía porque yo no uso la imagen solamente como imagen o la palabra como palabra, sino que ambas actúan como metáforas que van desvelando los símbolos que se esconden detrás de la realidad; siempre intento ir, tanto con la imagen como con la palabra, más allá de la simple apariencia de las cosas.
JM: Pero en esto que dices, hay una pregunta que yo te quiero hacer que me parece fundamental, porque lo que siempre emerge, no sólo en tu poesía, sino también en tu obra fotográfica, es la muerte. ¿Por qué esta idea de la muerte? ¿Por qué esta obsesión con algo que, como bien decía Epicuro, “Cuando yo estoy ella no está, y cuando ella está yo no estoy”? En realidad la muerte no es nada. ¿Por qué Marga Clark tiene esta inquietud o esta desazón frente a la muerte?
MC: Esto es un misterio porque siempre, desde muy pequeña, me ha interesado mi origen, saber de dónde vengo y hacia dónde voy. Creía, y todavía creo, que estas dos preguntas eran las más esenciales, y a las que debía prestar toda mi atención. No sé por qué no me dediqué a la ciencia, o a la filosofía pura, porque lo que de verdad me hubiera interesado es haber estudiado el cosmos, los orígenes, los temas existenciales. Todas estas preguntas, mis inquietudes existenciales han recaído siempre sobre mi poesía. Yo no sé si esta preocupación es algo genético, o es algo que me ha trasmitido a lo mejor mi tía Marga, a través de su suicidio, de su muerte. Yo siempre intuí, desde pequeña, algo trágico en la ausencia de mi tía, en esos silencios, en ese no querer hablar sobre ella, yo intuía que su final había sido trágico y doloroso; no sé, todo eso me pudo haber influido más tarde en mi vida y en mi obra. Todo mi trabajo siempre se ha desarrollado, como Marga dijo en su entrevista, “de dentro afuera”. es decir, que mi obra ha salido, a pesar mío a veces, sorprendiéndome, como una forma de conocimiento interior, es una especie de catalizador de mis estados anímicos, para ponerme más en contacto conmigo misma. A través de mi obra me he ido cuestionando a mí misma y a todo lo que me rodea. La poesía es como una llama inagotable que me va iluminando el camino, para que pueda ver todo aquello que se esconde a la mirada. Por eso me interesa mucho todo ese mundo de lo “no visible”, de la invisibilidad; y es por esos derroteros por donde siempre ha deambulado mi obra fotográfica y mi poesía. Hay una frase del escritor Lewis Carroll con la que me siento muy identificada, él dijo: “quisiera ver de qué color es la luz de una vela cuando está apagada”.
JM: Sí, porque hay una serie tuya de fotografías que se llaman Cajas Áureas, sobre las que me gustaría que hablaras un poco ya que hace alusión a algo que a mí personalmente me inquieta muchísimo, porque es sobre invisibilidades, muertos y cementerios, en Venecia…
MC: Lo que, en realidad, pretendo  con las Cajas Áureas es alargar la memoria  colapsada de seres ya fallecidos y abandonados. De hecho, intento reivindicar la memoria de estos seres, de los que ya nadie se acuerda. Este trabajo nació mucho antes de que saliera a la luz la historia de mi tía Marga, creo que ya me estaba preparando inconscientemente para también poder reivindicar su figura. Se inició con una carpeta fotográfica titulada: De Profundis, que se componía de diez imágenes y diez poemas íntimamente relacionados. Los poemas fueron precursores de los rostros desvaídos, sobre todo de mujeres, que un año más tarde encontré en los nichos del cementerio San Michele en Venecia. Su incipiente estado de desintegración me impulsó a volver a fotografiar estas caras intentando parar el deterioro en la emulsión de la película, y de esta forma mantener todavía viva su memoria. Intento rescatar a la muerte del olvido. Esta serie se ha ido transformando y enriqueciendo a lo largo de los años, hasta llegar a encarnarse en las Cajas Áureas – obra más reciente – . En estas cajas, la poesía está inherentemente relacionada con la imagen. Ambas se pertenecen, el poema se oculta pudorosamente en el interior de la imagen, como si de una herida se tratara, como si quisiera ocultar algo, y ella misma nos anima a adentrarnos más allá de su piel para revelarnos su mensaje. De esta forma, podemos establecer un dialogo íntimo con la imagen que tenemos enfrente, y nos podemos contemplar mutuamente para así poder reconocernos. Yo siempre he dicho que la poesía se manifiesta cuando el ser humano trasciende su realidad y establece un diálogo con lo invisible. El poeta Rilke también dijo: “Cómo soportar lo visible si no es haciendo de ello el lenguaje de la ausencia, de lo invisible”. Y es que la creación, ya sea plástica o literaria, es una forma de levitación, un ausentarse de la realidad que rodea al creador, aunque sólo sea momentáneamente. El poeta José Ángel Valente pretendió siempre, según sus propias palabras: “Llevar la palabra hasta el límite, allí donde conserva la fascinación por el enigma”. Considero que la poesía es la llave que abre la puerta del mundo de los grandes misterios.  Por eso, si yo me atreviera a definir un término tan indefinible como es la poesía, diría que es: “el alma en busca de los misterios”. Y pienso que estas Cajas Áureas son misteriosas, y nos sirven como reflejos, o espejos, donde poder reflexionar y poder vislumbrar todo lo esencial.
JM: Sin embargo, tienes una serie que a mí me asombra, que me gusta infinitamente, que versa sobre el azul, un azul, unos azules que quizás a mí, como artista, me interesa mucho porque trabajo mucho con el azul, y son unos azules que yo percibo también en tu obra porque aunque resalta y es muy evidente el tema de la muerte, sí que por debajo hay como una sutil línea en algunos libros de poemas, como por ejemplo Amnios, donde esa idea del color que también, bajo mi punto de vista, expresas en tu serie azul, que no recuerdo exactamente cómo se llama…
MC: Es mi serie más actual y la verdad es que todavía no la he nombrado, porque el nombre aparecerá, como siempre, de repente, a lo mejor la llamo “Serie Azul”, como la has llamado tú. Yo no me he fijado ni siquiera que en esta serie predomine el azul; pero sí, efectivamente sí que prevalece el azul. Yo creo que los colores expresan emociones y sentimientos, y en mis Cajas Áureas es muy representativo el color dorado. Pero es más una patina, un brillo del pasado, un reflejo de antigüedad del pasado, de lo sagrado, eso representa para mí el color dorado en mi obra. Sin embargo, en esta última serie vuelvo quizá más a la vida, más al presente, y ésta es una forma de hablar porque yo creo, como han creído muchos filósofos y científicos, que el tiempo no existe tal y como lo concibe el ser humano, sino que el tiempo es un instante de pasado, presente y futuro, es todo en uno, está todo en uno integrado, nosotros lo separamos porque para nuestra mente es imposible que podamos concebir esa instantaneidad del momento, que son los tres momentos en uno. Por lo limitado de nuestra condición humana tenemos que espaciar el tiempo en momentos, días, horas, minutos, y tenemos esta concepción del tiempo para poder captarlo en su totalidad.
JM: Es interesante lo que dices porque me lleva a pensar en una vieja fantasía mía que tiene que ver con viajar en el tiempo y la posibilidad de viajar en el tiempo con la teoría de Einstein, cuando tú dices “Yo veía al mismo tiempo el presente, el pasado y el futuro”, la única posibilidad de viajar en el tiempo es porque presente, pasado y futuro están sucediendo al mismo tiempo, de otro modo jamás podríamos retroceder en el tiempo, ni avanzar…
MC: Claro, claro…
JM: Entonces me sorprende esta concepción que has hecho tú al hablar de esta idea…
MC: Y es que está muy representada en mi trabajo. Yo he comprobado esto en mi propia obra, porque a veces he fotografiado algo sin ninguna utilidad para mí en ese momento, pero yo estaba allí, viendo con los ojos del pasado, del presente y del futuro, y mi futuro me estaba diciendo: “Cáptala porque la necesitarás”, y aquella imagen que capturé entonces, ha tenido que esperar, en forma de negativo o diapositiva, a lo mejor, veinte años, para que le llegara su momento de salir a la luz. Yo sabía que existía, y que estaba allí, esperando, porque me había adelantado a su momento. Uno ve con los ojos del tiempo, y siempre he dicho que mis poemarios son como mis pequeñas guías, como esas piedrecillas que uno va soltando a lo largo del camino para no perderse, para no desviarse de ese destino que conduce a todo ser humano a la única certeza que tiene en la vida, que es la muerte.
JM: Desgraciadamente…
MC: Bueno, desgraciadamente o no, pero es así. No es sólo poeta, al menos eso pienso yo, el que publica libros o escriba poemas, sino el que sabe descifrar todos esos símbolos, todas estas señales que se le van apareciendo a lo largo de la vida y que le sirven para poder seguir su camino con más lucidez, para saber encauzar su rumbo en la dirección adecuada, la que él quiera seguir; pero lo hace de una forma inconsciente e intuitiva, porque en ese momento en el que él se encuentra, todavía no es consciente de ello. Los seres humanos nacemos ciegos de conocimiento, y necesitamos ver con los ojos del adentro y mirar con los del afuera para estar en contacto con nuestro propio destino. Una hormiga que se nos cruza en el camino en un determinado momento puede ser crucial para que, a lo mejor, tengamos que desviarnos del camino. Y saber esto es esencial, ya que la obra del artista, sea cual fuere, poesía,  fotografía, pintura… etc…, es una forma de desvelamiento, una forma de conocimiento que lleva al artista o al poeta a enfrentarse con su propio destino. En mi experiencia, la poesía es la llave que me abre las puertas al mundo de todos estos misterios sobre la vida y la muerte que tanto me preocupan.
 JM: En cualquier caso, cuando los lectores italianos estén frente a este libro, El olor de tu nombre, más allá de consideraciones, está clarísimo que se van a encontrar ante un poemario, ante una escritura de una fuerza increíble, que en este caso concreto recupera a una artista como era Marga Gil Roësset, pero que independientemente de Marga Gil Roësset, quien emerge es una escritora de una potencia enorme y que los lectores podrán comprobarlo cuando tengan el libro en sus manos.
MC: Me gustaría decir que este poemario: El olor de tu nombre, al igual que la novela Amarga luz, son una manera de homenajear y de reivindicar la figura de mi tía Marga, algo que yo me he tomado como una misión en mi vida, puesto que ella estuvo enterrada en una sombría tumba del olvido durante más de setenta años, porque no nos permitieron nunca hablar de ella. Ahora que Marga resucita en todo su esplendor, yo quiero que la conozcan como la genial artista que fue, y que sigue siendo – porque las creadoras y artistas como ella nunca mueren – y no sólo como una anécdota de la vida de un poeta, o como una historia romántica con un trágico desenlace, sino porque ella era un ser especial con un don extraordinario; una artista, autodidacta, vanguardista, original e innovadora que, no me cabe la menor duda, hubiera ocupado un lugar relevante en el mundo de la cultura y del arte moderno si hubiera vivido sesenta o setenta años más, porque hay que tener en cuenta que Marga se suicidó a los veinticuatro años y ya había creado una extensísima obra. De todas formas la obra y vida de Marga ya está siendo investigada por  hispanistas, historiadoras y críticas de arte, incluso a nivel internacional. Un grupo de mujeres feministas, que se llaman “Las sin sombrero”, investigan sobre nueve mujeres de la Generación del ’27, y entre ellas se encuentra la escultora, Marga Gil Roësset. Otra hispanista de la Universidad de Exeter, Nuria Capdevila, ha publicado un libro este año: Artistas y precursoras: Un siglo de autoras Roësset, que trata sobre la obra, y la influencia que ejercieron en su tiempo cuatro mujeres de mi familia, entre las cuales está Marga.
JM: Y esto daría lugar a otra entrevista, porque si entráramos a profundizar en la familia Roësset, hay cuatro mujeres que son cuatro artistas en distintos períodos históricos…
MC: Sí, es que todas las mujeres de mi familia son muy potentes. También existe un proyecto de película que estamos preparando mi hijo, Steve Clark – director de cine, pintor y poeta – y yo. A mi hijo le he traspasado este entusiasmo y esta obsesión sobre la figura de Marga, que es su tía abuela. Hemos escrito juntos el guión de cine, basado en las dos Margas, tía y sobrina, y ahora es cuestión de encontrar el productor adecuado. Pero no me cabe la menor duda de que este proyecto saldrá adelante, en cuanto se supere un poco el momento de crisis en que nos vemos sumergidos todos. Nada me haría más contenta que realizar esta película sobre Marga Gil Roësset, para así mantener viva su memoria por todo el mundo.
JM: Me parece muy bien todo lo que has explicado porque el público italiano podrá entender que detrás de El olor de tu  nombre hay una gran artista, aún desconocida en su propio país, pero que más temprano que tarde llegará a estar representada en los museos nacionales ya que la entidad de su obra es lo suficientemente importante para que sea así. Te quiero dar las gracias, Marga Clark, por esta entrevista y por haberme acogido en tu casa.
MC: Y muchas gracias a ti, Jesús, por tu interés. Sé que desde el principio tú has apreciado la obra de Marga, y la has valorado como se merece, y esto requiere un ser con una mente abierta y una sensibilidad especial, así que yo te felicito a ti también, y te agradezco mucho el haberme ayudado, a través de esta entrevista, a reivindicar la memoria de este ser tan único que era mi tía, la escultora Marga Gil Roësset.
JM: Muchas gracias, Marga.

viernes, 2 de mayo de 2014

MARTE UNO, VIAJE SIN RETORNO






El modo de producción capitalista siempre produce sorpresas, o quizás no. Analizando su forma de reproducirse, lo que, a veces, pueda parecernos una majadería, no lo es en absoluto.

Hace ya algún tiempo, viendo el desarrollo de las crisis capitalistas y de la imposibilidad de expansión permanente en los sectores clásicos de la producción, que pienso que el Capital, que de forma tan inteligente analizara Karl Marx, tiene dos salidas para superar su impasse. Y aunque apenas dé pistas de por donde está yendo, haciéndonos creer que está completamente varado y a la desesperada, estoy firmemente convencido de que no es así.

En muy pocos años, eso que ahora nos parece central, la crisis financiera, los bancos como el eje central de apropiación de la riqueza que producimos todos, será sólo arqueología. El capitalismo se habrá sumergido en una nueva acumulación originaria que en nada tendrá que ver con los sectores más conocidos de la producción.

La acumulación vendrá de parte de la robótica, o mejor diría, de la inversión en inteligencia artificial, pero a niveles que irán más allá, incluso, de los planteamientos que vemos en las últimas películas de ciencia ficción.

2001: Una odisea del espacio, la vieja saga de La guerra de las galaxias, AI y, más recientemente, Elysium, nos proporcionan algunas señales de por donde irán los tiros.

Ahora, en estos días, leo una noticia que me hace pensar que muy pronto la realidad superará a la ficción. "Mars One", es un proyecto ideado por una empresa privada de matriz holandesa que ha puesto en pie un viaje tripulado a Marte para establecer una colonia humana permanente en el planeta rojo. Y esta es la segunda salida del capital para superar la crisis. La inversión en el espacio, pero de manera seria y no sólo como efecto colateral.

Pero "Marte Uno" tiene una peculiaridad. Una peculiaridad anómala y salvaje, diría yo. El proyecto consiste en enviar naves espaciales de cuatro personas cada dos años, a partir de 2024, para ir consolidando la colonia. Pero lo impactante no está ni en las características del viaje ni en el destino. Lo fascinante, si así podríamos llamarlo, es que es un viaje de ida. Un viaje sin retorno.

Suena a delirio, pero no lo es. De entre las más de 200.000 solicitudes enviadas a la empresa holandesa para poder participar en el proyecto, han sido seleccionadas 1.058 personas, y entre estas, 39 españolas. Miles de personas de todo el mundo dispuestas a emprender un rumbo hacia lo desconocido, sabiendo que no volverán jamás al planeta donde han nacido y vivido. Vivir y morir en Marte.

Mi cabeza se dispara. Un sinfín de proyecciones atraviesan mis neuronas cerebrales. Aunque en un principio pueda parecer una elección suicida, tal vez no lo sea tanto. Decidir libremente separarse del cordón umbilical social y humano es algo que no tiene precedentes. Se podría decir que perderse, por ejemplo, en un lugar perdido de la Tierra, supone también romper ese cordón umbilical, pero la ruptura que supone la elección de viajar a Marte sabiendo que nunca más volverás al planeta Tierra, supera cualquier otra comparación.

Analicemos, sin embargo, qué puede suponer este proyecto. Abre un sinfín de preguntas, por supuesto, que no tienen una respuesta inmediata. Pero la apuesta capitalista, como decíamos antes, no es baladí. Y la personal, tampoco.

Viajar hasta el planeta rojo, sabiendo de antemano que no se va a volver, es ya una apuesta valiente. Suponen más de siete años de viaje, toda una vida, en la que cuatro personas tienen que compartir un espacio muy reducido y donde, entre otras carencias, no es posible usar el agua para la ducha. Sólo unas toallitas humedecidas serán el soporte material para la higiene personal.

En esa apuesta, lo que primero va a saltar por los aires es el yo freudiano, la identidad humana. Dejar atrás la propia biografía para diluirse en un referente vacío, en la nada. Y también la categoría de poder, al menos como estamos habituados a conocerla aquí, en nuestro planeta.
Me produce una cierta sonrisa leer que la empresa pondrá a disposición de los habitantes de la colonia marciana un servicio de mails gratuito e infinito y toda una serie de comunicaciones, redes y similares, para que dichos extramarcianos puedan mantener el contacto con sus seres queridos y amistades. Y aquí es donde la realidad, la terrestre, se convierte en virtual y ficticia, y la ficción marciana ocupa la única y posible realidad. 
Sin embargo, no sólo está este aspecto. La empresa que dirige el proyecto desaconseja la procreación porque no se conoce aún la capacidad humana de procrear en un medio de gravedad reducida, ni tampoco si un feto puede desarrollarse normalmente en estas circunstancias. Si bien, como la misma empresa reconoce, esta investigación es prioritaria, puesto que será la que permita poder establecer un asentamiento permanente en el planeta rojo.
Hay otro aspecto que tampoco tranquilizará a los colonos extramarcianos, o tal vez les resulte indiferente, quién sabe, después de haber decidido lanzarse a este peculiar viaje. Me refiero a los servicios médicos disponibles en caso de enfermedad. También aquí, durante los primeros años, sólo se aseguran posibilidades para enfermedades comunes y accidentes caseros. Ciertas enfermedades, que requieren equipos grandes como en los grandes hospitales terrestres, no podrán ser tratadas en Marte. No obstante, siendo tan pocos los habitantes y estando tan aislados de todo, ¿enfermarán?
Sin embargo, no dejo de pensar o de fantasear con la perspectiva de que los que van a ir hasta allí, sabiendo que no regresarán jamás a la Tierra, intuyan una cierta promesa de inmortalidad. ¿Inmortalidad? Sí. Seguramente, las condiciones especiales en las que van a vivir y las investigaciones que llegarán de la mano de experimentar en un planeta con unas condiciones tan distintas a las del nuestro, posibilitarán, cuando menos, la prolongación de la vida más allá de la duración real del tiempo en la Tierra. No sólo. Experimentos como el de la fusión fría, sumidos en la más absoluta clandestinidad aquí, cobrarán allí una importancia decisiva.

Pero también hay algo que no deja de revolotear en mi cabeza. ¿Qué sucederá con las relaciones sexuales y, sobre todo, con las relaciones amorosas? Antes hablábamos de la destrucción del yo freudiano que representa este viaje sin retorno hacia la nada. Ciertamente, la empresa capitalista que ha puesto en marcha este proyecto, intentará balancear la relación de hombres y mujeres en la composición de los colonos extramarcianos. Así que, una cierta actividad sexual podría darse, sin olvidarnos, tampoco, de la propia que cada uno, sin la intervención del sexo contrario, puede procurarse. Pero respecto al amor, ¿qué pasará? A mí no me cabe ninguna duda. Pasará a mejor vida, como el yo. No tendrá ya la menor importancia, eso que aquí sigue llamándose amor, o enamoramiento. El ego, el ansia de poder sobre el otro, no tendrán ningún sentido. Todo se diluirá como un azucarillo. Las categorías mentales terrestres, a pesar de nuestra procedencia, formarán parte de la historia, de la leyenda. Los seres humanos llegados hasta el planeta rojo, dejarán de serlo. El mundo, la vida, la realidad, partirán de cero. Del cero más infinito. 


martes, 1 de abril de 2014

EN LOS BRAZOS DE LA DECADENCIA 



En los últimos años del siglo XIX, en París, donde la efervescencia artística era ya una realidad que se imponía, los críticos acuñaron un nuevo término para describir los avatares del exceso, real o ficticio. Lo llamaron decadencia. Sin embargo, mientras el autobús avanza en medio de las últimas sombras del amanecer y los primeros rayos solares asoman detrás de las colinas, mi cabeza fantasea ya con la ciudad con la que voy a reencontrarme y ese término, el de la decadencia, se escurre entre los meandros de mis neuronas.

Han pasado muchos años, quince exactamente, desde la última vez que estuve en ella. En aquella ocasión no era la ciudad la única causa de la excitación en la que mi cuerpo naufragaba, el amor, esa extraña sensación que confunde la inteligencia, había hecho mella en mí. Mi nueva y flamante novia italiana y su hermano eran mis acompañantes. No obstante, la ciudad se nos imponía, no podía ser de otra forma. Incluso la residencia universitaria donde nos alojábamos iba a tener un papel destacado en aquel viaje. Había sido inaugurada por aquellas fechas y, como sucede en otros edificios, la madera era uno de los materiales que abundaban en los elementos que componían su estructura. Ya la primera noche tuvimos ocasión de experimentar que no sólo nosotros, y los otros residentes, éramos los únicos inquilinos de la residencia. Un sinfín de hormigas recorrían en procesión zonas del pavimento y del techo. Había tantas que uno temía, si finalmente se quedaba dormido, ser devorado por ellas. Pero lo que nos dejó bastante perplejos fue comprobar, al descender al piso de abajo, que aparecían por los techos de los pasillos y en las otras habitaciones. Como si se tratase de un chorro de agua y la estructura permeable permitiese que el fluido la penetrase, las hormigas fluían de arriba abajo en una interminable procesión que lo invadía todo.
Y no sólo la residencia. Recuerdo con absoluta claridad cómo los restaurantes de la zona del centro, donde el marisco ocupaba los enormes escaparates, eran devorados por un ejército inconmensurable de esos insectos insaciables.



El autobús hace rato que ha dejado atrás el territorio del Algarve. Un paisaje que no me resulta del todo desconocido, muy similar al que se puede ver en las inmediaciones de las Lagunas de Ruidera, que conozco muy bien, se impone y nos acerca cada vez más hasta la ciudad.

La infinita serpiente que se extiende placenteramente sobre el Tajo nos traga sin remisión. El puente de Vasco da Gama, con más de diecisiete kilómetros de longitud, no parece tener fin. Al fondo, Lisboa aparece como si estuviera sumergida en una laguna a la manera de Venezia. Es una visión que emociona. Recuerdo que aquel año de 1998, al que aludía al comienzo, acababan de inaugurarlo. Aparecía tan imponente que decidimos coger un taxi para adentrarnos en esa culebra que zigzagueaba hacia el infinito. Ningún coche seguía nuestros pasos. En un cierto momento, mandamos detener el coche y nos plantamos en medio del puente completamente solos. Dentro de sus aposentos, uno se sentía fuera de cualquier referencia conocida. Impresionaba sentirse en  medio de esa nada.

Ahora, en esta mañana calurosa, bajo un cielo azul, y con decenas de vehículos recorriendo sus entrañas en ambas direcciones, lo que va penetrando en nuestros ojos hasta cegarnos es esta ciudad maravillosa, varada, al sur de un continente que poco a poco va precipitándose en el abismo al que le abocan un sinfín de políticas suicidas.
Cuando subimos las escaleras del metro para salir al exterior, en este viaje me acompañan dos mujeres especiales, la flamante novia italiana de antaño y mi hija, me reconforta la sensación de sentirme como en casa al encontrarme en pleno Chiado. A pesar de haber pasado tantos años, reconozco enseguida el lugar, donde me doy de bruces con el café A Brasileira. Me encanta ese local, me enloquecen los viejos cafés europeos, conozco unos cuantos. Entro en estampida y me encuentro con un grupo de gente en animada charla ocupando dos mesas. Nadie más, a esa hora de la mañana, casi las diez, se encuentra dentro. Observo que hay focos y una cámara. Espero unos minutos y, sin pensarlo dos veces, me siento con ellos. Es un grupo de artistas, de cierta edad, cuya tertulia es la última que queda en A Brasileira. Por eso mismo, una televisión los ha estado entrevistando. Una rara avis en un mundo donde el frenesí del modo de producción capitalista reduce a la más mínima expresión la comunicación real entre sujetos. 
Aunque no hablo, muy a mi pesar, la lengua portuguesa, les digo que les entiendo perfectamente, que pueden expresarse en su lengua y yo lo haré en la mía. Después de intercambiar puntos de vista sobre la situación del arte, que ellos califican de trágica y yo redundo diciendo que en la otra parte de la península ibérica es catastrófica, uno de ellos insiste diciendo que, a pesar de que yo hable de que la situación general en España es de extrema gravedad, la situación en Portugal lo es aún más. Nada de lo que pueda parecerme lo que vea en la calle, al otro lado de los ventanales del café, tiene que ver con la realidad. "Verdaderamente, estamos al borde del precipicio", asienten todos.
Pero no todo es tristeza y melancolía. Volviendo sobre la península ibérica, les digo que yo siempre he considerado a los dos países como uno solo. Lisboa como Madrid, o Madrid como Lisboa. Planteo la posibilidad de una república de los pueblos ibéricos, a lo que manifiestan su total acuerdo. " A ver si os quitáis, de una vez, a la monarquía de encima...", claman. Están perfectamente al corriente de los últimos escándalos que competen a la familia real. Quizás olvidan que ellos, al menos, hicieron una revolución. Aquí, en cambio, se negoció con los restos del franquismo a la muerte del general y se aseguró la continuidad con el régimen. No hubo ruptura y así nos lucen estos pelos.

Aunque tenemos casi todo el día por delante, volveremos hacia el Algarve entrada ya la noche, el ansia y el nerviosismo por tragarme a la ciudad me invade. Mientras paseamos y recorremos sus calles vuelve a mi cabeza ese término, la decadencia, y pienso en lo que no hace mucho me decía alguien que conozco, en el sentido que habla el diccionario de la Real Academia. Observo, desde dentro y desde fuera, cómo los tranvías, viejos juguetes que siguen funcionando, mantienen su verticalidad a pesar de las innumerables curvas y vaivenes de sube y baja, y esa idea de declinación y menoscabo no me incumbe. Ni siquiera la sombra silenciosa de Fernando Pessoa, ni sus palabras ascépticas y descorazonadoras lanzadas desde su Libro del Desasosiego, me infunden un sentido de debilidad mientras contemplo la arquitectura de esta ciudad. El Bairro Alto, la Praça do Rossio, la Praça do Comercio que se precipita sobre el estuario del Tajo, son sólo algunos ejemplos de lo lejos que está Lisboa de ser débil, de decaer. Muy al contrario, todo sube, todo se sublima y todo excede subiendo o bajando en el Elevador da Bica. 

La luz, el resplandor que invade la ciudad en verano, ahuyenta cualquier tentación de nostalgia, de decadencia, de derrumbe. El sosiego que se desprende de ese azul infinito que todo lo tinta, es más que una vivencia. 
París, Berlín, Amsterdam o Milán, pueden expresar esa sensación de crisis europea que invade a los ciudadanos comunitarios. Ciudades, como otras muchas, del viejo continente, que en nada conjugan con la ciudad del Tajo. Lisboa, en cambio, se me antoja a mi como el bastión desde donde poder resistir, al menos estéticamente, los ataques continuados de la corrupta clase política europea y de un capitalismo que juega a romper sus propias reglas, que de modo tan lúcido analizara Karl Marx.

Las personas pueden llegar a atraparnos, podemos llegar a amarlas por lo que hacen y por lo que son, pero puedo asegurar que ciertas ciudades, y Lisboa es una de ellas, quizás la única, enamoran hasta perder la estabilidad.

Recuerdo, mientras escribo, a esa persona a la que citaba más arriba, y en su insistencia en la sensación de decadencia, de declino, que había experimentado, tan sólo unas semanas antes de mi visita, recorriendo las calles de esta bellísima ciudad. Me sorprende esa percepción, sobre todo porque ella, como yo, vive en una ciudad, Madrid, que sí tiene signos evidentes de debilidad, de caída, de decadencia, en la peor acepción de esta palabra. Pero las percepciones son muy nuestras y responden a un pálpito hondo.

Quisiera que el día no acabase, permanecer en las tripas de esa ciudad llena de fuerza. Quisiera que una vía rápida uniese Lisboa y Madrid, Madrid y Lisboa, y poder ir de una a la otra en un pis pas, como en el metro. Quisiera, ahora más que nunca, cuando Madrid está asediada por los cuerpos represivos, que Lisboa invadiese la decadencia fascista que nos ahoga poco a poco.