martes, 1 de julio de 2014

ÉRASE UNA VEZ...


Érase una vez una ciudad, Madrid. Érase una vez una calle, la Gran Vía... Una ciudad donde una cierta arquitectura tenía sentido y tenía utilidad. Sin embargo, hoy, ya no. Ahora, hecha trizas la resistencia ciudadana, las autoridades, despojos de despotismo barato, deciden sobre el bien y sobre el mal. Sobre lo divino y sobre lo humano. Ahora, la cultura, palabra completamente vaciada de contenido real, ha sido ya destruida.

Una calle, la Gran Vía, paradigma de las calles europeas, decorado absoluto del iluminismo más sobresaliente. Espacio que conjuga todas las direcciones. Ahora, castrada de manera brutal. Sus cines pertenecen al mundo de nuestros sueños. Apenas quedan dos en pie. Capitol y Palacio de la Prensa. Los demás, han desaparecido tragados por la contemporaneidad capitalista, aunque sus nombres resuenan en nuestra memoria. Palacio de la Música, Coliseum, Avenida, Gran Vía, Lope de Vega, Rex, Rialto, Pompeya, Azul, Coliseum... seguro que me dejo alguno.

La Gran Vía, en los inicios de la década de los años Treinta del pasado siglo. Portal de una modernidad que encontrará su acoplamiento durante la brevedad política de la Segunda República. Sin embargo, todo suena ya demasiado lejos, como en los cuentos, como en el ayer de un pasado remoto que sabemos que ya nunca va a volver.

Es duro subir y bajar la Gran Vía, sin poder contemplar las grandes carteleras que anunciaban las películas, soporte de la materialidad de los sueños jamás arrebatados por el poder ciego y frío de la sociedad capitalista. No obstante, quizás, en algún momento, podamos volver a reconstruir la razón tras los restos de la tormenta.

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