sábado, 21 de junio de 2014

DISOLUCIÓN DE LOS CUERPOS REPRESIVOS


Lo sé, sé que el título rememora otra época, tiempos ya lejanos. Y que este grito implicaba que estaba en curso una mani, un "salto" ilegal. Eran los tiempos de la dictadura franquista, y manifestarse, hacer cualquier acto de protesta, implicaba jugarse el tipo y la cárcel...

Jueves 19 de junio, día de la coronación de Felipe VI. Su padre, el rey Juan Carlos I, ya ha presentado la abdicación, todos los preparativos están en marcha para proceder a la segunda restauración borbónica. El régimen, salido de la aprobación de la Constitución de 1978, tiene prisa, mucha prisa. El tablero parlamentario se ha movido, quizás más de lo esperado, en las elecciones europeas del 25 de mayo pasado. Hay que sustraer al pueblo su capacidad de decidir, igual que se hiciera una vez restablecida la democracia apadrinada por la izquierda y el franquismo, muerto el dictador. Ni entonces se devolvió la legitimidad democrática al gobierno de la II república en el exilio, garante de las últimas elecciones celebradas en febrero de 1936, ni tampoco ahora, cuando habría la posibilidad de abrir un nuevo proceso constituyente, agotado el de 1978, se va a dejar decidir, libremente, al pueblo sobre la forma de Estado y de otras cosas urgentes. 
Aparte de que muchos ciudadanos no eran mayores de edad en aquel lejano '78, y no pudieron emitir su voto, estamos también los que, como yo, votamos en contra de aquella constitución que no permitía el derecho de autodeterminación de los pueblos que constituían España, ni defendía con claridad las garantías ciudadanas. Por no hablar de la consagración de la inviolabilidad del Jefe del Estado. Elementos más que suficientes  para que los jóvenes de la Liga Comunista Revolucionaria llamáramos a votar NO a esa constitución amparada por el pacto contra natura entre la izquierda y el franquismo, que perpetua hasta el día de hoy la impunidad de aquella dictadura.

A pesar de que no hay mucha gente siguiendo el paseo real por el centro de Madrid para aprobar, simbólicamente, dicha coronación, todo el aparato del Estado y sus medios de comunicación, es decir, casi la totalidad de la prensa escrita y audiovisual, no han dejado de martillear a la ciudadanía en los días anteriores al acto principal. No sólo, durante el acto de la proclamación del nuevo rey, una herramienta virtual tan importante como Facebook ha sido bloqueada durante casi una hora. Son los primeros signos de que no se va a permitir ningún tipo de protesta. Se han declarado ilegales los símbolos republicanos y su uso por cualquier ciudadano durante este jueves real. No obstante, a eso del mediodía, un reducido grupo de republicanos intenta abrirse paso en la Puerta del Sol, ocupada por decenas de furgonetas policiales, como si de un aparcamiento privado se tratase, y precintado todo su perímetro para impedir el libre tránsito por ella. Por si ello no bastase, como medida disuasoria, se ha cerrado la estación de metro de dicha plaza y alguna más. El monarca va a empezar con buen pie autoritario su reinado.

Madrid sigue empachada de banderas nacionales, pero apenas hay gente paseando por el centro. A las 20 horas hay una cita a la que hay que acudir por muy ilegal que esta sea. Un llamamiento desde distintos ámbitos republicanos convoca al pueblo de Madrid a reivindicar la república en la Puerta del Sol. Sigue ocupada policialmente y su estación cerrada a cal y canto. La serpiente de cristal por donde entran y salen los viandantes aparece grisácea y apagada. Hay policía para aburrir y para reprimir incluso una manifestación que fuese muy numerosa. Algunas decenas de ciudadanos valientes enarbolando banderas tricolores tratan de manifestarse. Dos grupos separados por decenas de metros aglutinan a esos cientos de madrileños que, haciendo caso omiso de los dictados gubernamentales, tratan de avanzar en medio de las vallas que establecen un escaso pasillo por donde caminar. El resto es una línea de policías que impiden cualquier tipo de escaramuza.
Se empiezan a emitir consignas a favor de la III república y contra el estado policial. Me viene a la cabeza una imagen del "Amigo Americano" de Wim Wenders. En lo alto de una medianería de una zona desolada de la ciudad, una enorme pintada en blanco reza: BRD: STAATSPOLIZEI. Y eso es lo que querría escribir sobre algún muro ahora: ESPAÑA, ESTADO POLICIAL.
Lo percibo, está a punto de suceder. Esos supuestos garantes del orden están muy agitados y empiezan a tener gestos con la gente poco amigables. Si uno trata de moverse hacia atrás o hacia un lado, la policía te empuja sin ningún miramiento. Y sucede, vaya que si sucede. Empiezan a cargar contra gente indefensa que sólo trata de expresar su libertad. No miran si son jóvenes, ancianos, mujeres o niños. Cargan y basta, como si fuésemos bultos o piedras. Se llevan detenidos a algunos, a base de patadas, tirones de cabellera y de arrastrar a los detenidos por el asfalto. La rabia y la indignación se apodera de todos nosotros. Y me sale natural, sin forzar, por encima de ciertas convenciones que pretenden hablar de una policía al servicio de los ciudadanos porque estamos en una democracia, ¡¡¡disolución de los cuerpos represivos!!!, y es coreada por la gente que me acompaña. Lo he hecho en otras manis, y alguno ha venido a decirme: "¿Tú eres de la Liga, no...?", y yo he sonreído con cierta complicidad. Pero esta tarde, esta tarde, ese grito es absolutamente necesario y clarificador para entender lo que está pasando. Y lo que está pasando es que los cuerpos represivos reprimen la libertad de expresión, la libertad de manifestación, con extrema brutalidad. Que una plaza pública tan cargada de simbolismo, como la Puerta del Sol, está ocupada militarmente. Y eso no es posible en una democracia verdadera, eso sólo es posible en una dictadura, en una dictadura, la nuestra, barnizada con apariencia democrática.
Felipe VI podría haber hecho un gesto verdaderamente democrático y aparecer como un rey constitucional aunque nadie lo haya elegido, pero ha preferido seguir los pasos del régimen que está fundamentado en la legitimidad de la dictadura, en la ley de punto final de la llamada transición democrática. O rompemos esa ley de punto final, o pereceremos bajo los escombros de este régimen autoritario.  

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