lunes, 18 de noviembre de 2013

MADRID NO ES NÁPOLES


Mientras los sufridos, y mal pagados, barrenderos y jardineros tratan de volver a la dura faena para que nuestra amada ciudad luzca bien en los escaparates mediáticos, no puedo dejar de volver la vista hacia esa ciudad del sur de Italia que conozco y amo con intensidad. 
Después de haber leído y escuchado un sinfín de tonterías, por no utilizar alguna palabra más contundente, vale la pena recordar lo que aconteció en Nápoles en 2010. 
Con el Vesubio al fondo, cuya presencia nunca te abandona cuando te mueves por la ciudad, las montañas, y no es retórica, de basura que se acumulaban por las calles hacían difícil la vida cotidiana para sus habitantes. Los problemas  de salubridad y la imposibilidad, a veces, de poder atravesar las calles convirtieron la ciudad, durante más de cuatro meses, de septiembre a enero de 2011, en un campo de batalla. Puntilla a una situación que, con altibajos, se venía repitiendo desde nada menos que el lejano mes de febrero de 1994.
Una conjunción de errores técnicos, que no contemplaron incineradoras adecuadas ni puntos donde depositar la basura, con pésimas decisiones políticas y todo ello bajo el manto protector de la Camorra. Lo sabe bien el escritor Roberto Saviano, que analiza en toda su amplitud el problema en su célebre novela Gomorra. Lo saben, también, muy bien, mis amigos napolitanos Marcella y Piggi, que hoy viven en Madrid pero que un día, hace ya algunos años, tuvieron que acabar escapando de esa ciudad bellísima y única donde la vida cotidiana es una revolución permanente que no siempre se puede soportar.

Aquello de 2010 sí que saltó a las páginas de todos los periódicos y a las pantallas de todas las televisiones. Ninguna manipulación o exageración podía esconderse detrás de las enormes montañas de porquería en descomposición. Ninguna exageración en las condiciones insalubres que aumentaron y provocaron enfermedades. Una comisión científica dictaminó en 2004 que, de los análisis que se efectuaron entre el 1995 y 2002, lejos aún del estallido de 2010, hubo un aumento de la mortalidad masculina del 9% y de la femenina de un 12%, provocada por el incremento de casos de tumores de pulmón, estómago, linfómas y sarcomas.

Cuando estos días se hablaba, repetidamente, de que la huelga de la limpieza en Madrid estaba causando un daño irreparable a eso que los imbéciles llaman marca España, daban ganas, si no fuera algo muy serio, de echarse a reír.
La exageración y manipulación respecto a las toneladas y no sé cuántas toneladas de basura que se acumulaban sobre todo en el centro de Madrid, zona de la ciudad donde yo también vivo, me llenaban de rabia y de indignación. Cualquiera que haya atravesado la ciudad durante los días de la huelga habrá podido observar sí, algunos montones de desperdicios acumulados, sobre todo, junto a los contenedores de reciclaje que hay por las calles, papeleras a rebosar y restos de plásticos y papeles en trechos de acera. Nada más. Decir y clamar, desde muchos ámbitos sociales, que la situación era insostenible, incluso desde el punto de vista de la higiene, es cuando menos malintencionado. 
Olvidar, como se hace casi siempre que se produce una huelga que afecta a grandes colectivos de ciudadanos, que éstas se producen cuando la situación está ya al límite y es insoportable para la vida de los trabajadores implicados en ella, es de canallas.
Y todo ha ido como guante de seda para la situación gravísima que se cernía sobre la vida de los trabajadores de la limpieza: centenares de despidos, reducción de hasta un 40% del salario, etc. 
Sigue produciéndome extrañeza que frente a las enormes agresiones del poder y del capital contra las condiciones de vida de la gente, la reacción sea tan leve. Cuando hace ya tiempo que ha quedado claro que ni crisis ni gaitas, que se trata de una lucha a muerte entre ricos, unos pocos, y pobres, la inmensa mayoría.

Aunque el acuerdo alcanzado, dado que está presente casi todo el espectro sindical, y ha sido ratificado en asambleas por los propios trabajadores, no me parece del todo satisfactorio, parece que se ha considerado aceptable por los implicados, y eso es lo que cuenta.

Duerma, pues, tranquila la estulta y autoritaria alcaldesa de Madrid. Ni dejaron, ni dejarán de llegar visitantes a nuestra ciudad por hechos tan livianos. Como tampoco desaparecerá de la lista de los operadores turísticos la bella ciudad del Vesubio, a pesar de que los problemas allí sean de más envergadura.