miércoles, 26 de septiembre de 2012

ESPAÑA: STAAT POLIZEI

                  
Jesús Marchante, "El enigma de los tiempos, a Rene Magritte"

En esta noche fría, ligeramente lluviosa, de finales de septiembre, acude a mi memoria la vieja película de 1977 de Wim Wenders, "El amigo americano". Sobre todo la imagen sobrecogedora de la enorme pintada de cal en la medianería de un viejo edificio en un Berlín que produce desasosiego: "BRD: STAAT POLIZEI". Y no es una pura casualidad. No. Esta tarde-noche, en Madrid, han confluido miles y miles de personas alrededor del Congreso de los Diputados, pero no sólo, reclamando el fin de un sistema de representación que se ha situado fuera del tiempo y de la historia. Los ciudadanos exigen la dimisión de un gobierno que ha dejado de defender los intereses de sus gobernados para pasar a acatar los dictados que se emiten desde los centros de poder internacionales. Y se propone, así mismo, la apertura de un proceso constituyente que pueda escribir las leyes que todos necesitamos.

Pero el gobierno, ya desde las primeras horas de la noche anterior, había decidido cuál sería la respuesta adecuada a dichas peticiones: represión, represión y represión... Con un despliegue de policía inusitado, frente a una manifestación de carácter pacifista, el gobierno populista de Mariano Rajoy enseña, una vez más, sus cartas. Madrid, y cualquier otra ciudad que, antes o después, se haya atrevido o se atreva a desafiar su poder autoritario, barnizado con el resultado de unas elecciones condicionadas por un sistema electoral del que habría muchas cosas que decir, ha sufrido y sufrirá sus consecuencias. 

Hace más de un año que el acuerdo de los dos grandes partidos, que sostienen la falacia de la llamada transición, P.S.O.E. y P.P., esa que negociaron los últimos franquistas y toda la oposición, incluida la comunista, y que impediría, para siempre jamás, que se pudiera volver a repetir la experiencia de la II República, privilegiando el voto rural sobre el de los centros más habitados, permitió que se ocupase la Puerta del Sol con un ingente efectivo policial, cerrando incluso al tránsito la estación de metro y el intercambiador de Sol, conculcando el derecho básico de poder transitar libremente por las calles de la capital, e instaurando con dicha actuación el viejo modelo de Estado de excepción.

Pues bien, hoy lo que se respiraba en Madrid era ese viejo olor nauseabundo y putrefacto de los estados policiales. Alguien, muy cercano a mi, me prevenía al teléfono, diciéndome que acabaremos cantando, de nuevo, "El cara al sol" con el brazo en alto, al estilo romano, en la mismísima Puerta del Sol. Sin embargo, le  decía yo, aún no hemos claudicado. La violencia de esta noche sucede a la de días, semanas y meses anteriores. Desde que la crisis, más bien la guerra entre ricos y pobres, hiciera su aparición, es la receta impartida por el gobierno "legítimo" de España. No obstante, la razón, el sentido común, e incluso la estética, están del lado de la ciudadanía. El hartazgo ha traspasado las barreras y las fronteras. La guerra ha sido declarada por una mínima minoría contra una inmensa mayoría. El problema del derecho, y por tanto de la violencia, están al cabo de la calle. Ya no habrá marcha atrás. Por mucho que el Estado policial se empeñe, acabará estrellándose contra el muro de cuerpos y almas de la inmensa mayoría. Ese día, cuando, por fin, se abran las grandes alamedas por las que camine el hombre libre, está ya a la vuelta de la esquina...