viernes, 23 de marzo de 2012

EL SUEÑO NEGRO



Una estructura de hierro oxidado invade mi mente. Enorme como un pájaro de alas grandes y extendidas.
Camino por las calles de una ciudad que se me impone extraña. Apenas reconozco algo. No entiendo la lengua en la que están escritas las palabras que envuelven esta ola que va y viene.
La angustia me aprieta suavemente la garganta y rodea con sus brazos mi cintura temblorosa.
La luz no existe. Un gris espesísimo, como humo denso de hogueras lejanas, me agita y me espanta. No me reconozco y no me siento dentro de mi huidizo cuerpo. No sé qué es lo que estoy haciendo aquí. Una fuerza ajena, que persevera machaconamente, me sujeta hasta el punto de inmovilizarme totalmente.
Ya casi no hablo. Sólo los gestos, desesperados e inciertos, de mi cara alumbran la locura desde donde contemplo ¿la vida?
Confusas imágenes de un extremo erotismo inalcanzable latiguean mi memoria que naufraga desconsoladamente.
El aire se esfuma por momentos y un calor seco, que se adhiere con fuerza a mi figura, derrite los pensamientos.
Una sombra nocturan con forma amorosa no consuela del todo la desesperación y las ganas de pararme.
Quisiera despertar. Pero estoy despierto. Sólo trato de no agitar demasiado el veneno que me consume.
La risa se transforma en un fantasma doloroso.
El eco lejano de las notas de una ópera trágica casi me devuelve al otro lado del espejo, pero se disuelve en mis oídos incapacitados, y me doy de bruces contra el cristal.
  

miércoles, 21 de marzo de 2012


VACIADOR 34




Las luces de la ciudad se mezclan con el apagarse de la tarde que estalla, abriendo cientos de fisuras de colores, en el cielo azul de todos los días.El tono amarillento de las tiendas y locales contrasta con los blancos y grises de la arquitectura que recorta los edificios que encuadran toda la ciudad.El metro serpentea con cierta languidez que en nada asemeja a la pesadez de los vagones. A esa hora de la tarde, sábado, una cierta mezcla de anónimos y anodinos pasajeros inundan los trenes. Todavía no ha llegado la hora en que todo se transforme en un cabaret de cuerpos atrevidos y posturas extremas. Eso sucederá más tarde.

Desciendo en Oporto, nombre que hace pensar durante unos pocos segundos en la ciudad portuguesa de innumerables puentes. Pero no, estamos en la parte alta de Madrid, más allá de todo. Hemos dejado atrás los barrios elegantes, las calles céntricas y la historia de la capital; y hemos atravesado el río. Ahora, volviendo la vista hacia atrás, observo que, allá abajo, a lo lejos, se levantan columnas de humo que atraviesan los últimos fulgores del azul cobalto del firmamento.No sé muy bien adónde me encamino. Hace tiempo que no transito esta parte de la ciudad que en otros tiempos me era tan cercana por razones que sería muy aburrido explicar ahora.Llevo anotado el nombre de una calle que me resulta desconocida por completo. Y un nombre que no he necesitado apuntar en ninguna libreta: VACIADOR 34. Esa composición alfanumérica recorre y juguetea entre mis neuronas desde hace ya algunas semanas. Aunque todo empezara aquella noche, en la plaza de Jacinto Benavente, cuando aparezco y me encuentro con una asamblea espontánea que discute, que discutimos, sobre la hermosa posibilidad de entrar en el abandonado Teatro Albéniz. Gentes entrelazadas, unas con otras, donde la cronología no tiene el más mínimo interés. Hombres y mujeres que muy rápidamente, en un flash de pocos segundos, se han olvidado de viejas categorías y hablan con osadía, y sin el más mínimo respeto por la autoridad, de lo común, comunal o comunitario.
Quizás esa noche, es una noche especial. Tal vez el componente artístico que podría explicar la composición de la mayoría de los sujetos que vociferan apasionadamente hace que sea así. Antes de abandonar, vencido por el frío otoñal que penetra hasta mis huesos, me dirijo a la jovencísima moderadora de la asamblea cuya sonrisa no ha dejado de seducirme cada vez que he pedido la palabra y ella me ha autorizado a tomarla. Le dejo mi número de teléfono porque estoy interesado, están a punto de formarse las comisiones de trabajo que gestionarán todo lo que hemos estado discutiendo durante algunas horas, en formar parte de alguna de ellas. Rocío, dice que se llama; me gusta ese nombre.
Mientras regreso, emocionado como siempre que me encuentro con situaciones que rompen la aburrida certidumbre de una sociedad que ni siquiera, como otrora, podría calificarse de burguesa, sino más bien de depredadora de sueños y destructora de vida en todos sus sentidos, repaso en mi cabeza el momento justo en el que le he ido diciendo, a Rocío, uno a uno los números de mi teléfono. Y lo hago con la desazón de saber que no sería la primera vez que, embriagado por la pasión del instante, cometiera un error a la hora de declamar los dichosos numeritos.
Emoción, pasión, palabras que podrían explicar mi actitud frente a la vida en los últimos meses. Aunque una buena amiga diga de mí que me emociono con demasiada facilidad y con poca cosa. Pero esa sería otra historia, y no procede que sea contada ahora.

Algunos días después de esa noche asamblearia, recibo un sms de la joven moderadora, en mi teléfono, en el que se me convoca a una reunión de la comisión de comunicación en una de las habitaciones del viejo Hotel Madrid, ocupado desde hace pocos días y que comunica interiormente con el Teatro Albéniz. Deduzco que será esa la comisión a la que ella, libremente, me habrá apuntado. Cuando penetro en el hotel los pasillos, forrados de moqueta, hacen que por unos instantes mi mente vague hacia otro hotel, el Overlook. Pero aunque el Hotel Madrid lleve cerrado ya varios años, ningún fantasma, a tenor de lo que cuentan sus nuevos inquilinos, se materializa por las noches. Aunque la reunión de comunicación, con mayoría femenina, resulta interesante, sobre todo por la presencia de una especie de poetisa naif de una indeterminada sensualidad que parece siempre allende la realidad, lo más divertido está aún por llegar.
La amenaza de lluvia y el incipiente fresco del otoño nos han hecho abandonar la Plaza de Jacinto Benavente por las acogedoras habitaciones del hotel. En apenas unos pocos minutos la habitación 408, con moqueta de un cierto color rojo apagado por el paso de los años, empieza a llenarse de gente. En medio del grupo que rodea la estancia, sentados o tirados por el suelo de manera harto informal, me parece reconocer unos ojos profundos que insinúan una cierta sonrisa que me lleva a la otra noche. Lleva el mismo sombrero con el que poder ocultar su oscura cabellera. Cuando ella habla y yo hablo, me dirijo y hago alusión a lo que Rocío ha dicho o acaba de decir. Una y otra vez sucede la misma cosa; pero en ningún caso deja de darse por aludida. Una vez que la reunión ha terminado y nos dirigimos, escaleras abajo, hacia el exterior, mi sorpresa es mayúscula. Delante de la entrada, llena de dazibaos y de reclamos dibujados sobre el papel, me dirijo a Rocío y ella, estallando en una enorme carcajada, me responde: “No soy Rocío, soy Candela…” A lo que yo respondo diciendo: “Pero si me he tirado toda la asamblea llamándote Rocío y nunca me has corregido, ¿cómo es posible?” Más y más risas. “¿Pero eres tú, no?, llevas el mismo sombrero de la otra noche y tus ojos son esos ojos que me miraban desde tu posición de moderadora…” Se quita el sombrero y aparece una larga melena que para nada recuerda el pelo corto que asomaba debajo del ala trasera del sombrero la noche de Jacinto Benavente. Después me explica que no quiso desdecirme, cada vez que me dirigía a ella llamándola Rocío, porque sabía perfectamente el por qué de mi confusión. En realidad, todo era más simple de lo que uno pueda haber imaginado. Rocío y Candela, o Candela y Rocío, son dos hermanas gemelas como dos gotas de agua y caer en la trampa es la cosa más sencilla del mundo.
Cuando vuelvo a casa, escribo un mensaje al supuesto teléfono de Rocío, sin saber, ahora, si es el suyo o no, pidiéndole su mail porque quería contarle el equívoco divertido que me había sucedido. Una vez que tengo en mi poder la dirección virtual deseada, me explayo en la historia y nos reímos juntos, aunque siempre informáticamente.

Pasados algunos días, me encuentro un correo en la bandeja de entrada de mi mail invitándome a un evento jazzístico. El nombre del local no deja de llamarme la atención: VACIADOR 34. Enseguida decido que acudiré a esa cita tan sugestiva, como mínimo por el nombre del lugar.


Estoy ya en la calle, que bordea un minúsculo parquecito, y debo avanzar hasta el número 34 con el que parece estar relacionado el enigmático nombre. La oscuridad ha ganado la batalla a la luz. Las farolas emiten una luz anaranjada que se impone a la noche como en el “Imperio de las luces” de Magritte. Una cierta inquietud mezclada con un escalofrío sacude mi fisicidad mientras sigo caminando. Enseguida me detengo frente a un portal de arquitectura industrial, de hierro y cristal, y alzo la vista. Allí está, un rótulo rectangular encuadra el frontispicio: VACIADOR 34. “Por fin he llegado”, me digo suspirando profundamente.
El hueco de la escalera es claro y geométrico. Comienzo a ascender los empinados peldaños dejando atrás alguna puerta con letreros que parecen hacer referencia a algún tipo de secta religiosa. En el penúltimo piso, frente a un portón de metal, pintado de gris como toda la barandilla de la escalera, hundo mi dedo índice hasta sentir el chirriar de un timbre que suena a cascado. Se abre la puerta y aparece Candela-Rocío, porque además, ese es el binomio virtual tras el cual se esconde el espacio con el que estoy a punto de darme de bruces.
¿Quién soy?, me interpela la joven. Y yo, con cierta ingenuidad le respondo: “Rocío”. Risas y más risas. “No, no, te has vuelto a confundir”. “Pero…no dijimos que el pelo corto…” De nuevo risas. “Soy Candela, es que me acabo de cortar el pelo, bueno yo diría más bien rasurar la melena”. Y según la observo pienso que lleva toda la razón, porque con la melena que vi la otra noche delante del Hotel, es acertado lo de rasurar.
Mientras voy adentrándome en el local, no dejo de pensar en el corte que me he llevado otra vez. Estoy seguro que volvería a confundirme, por lo menos otras cincuenta veces.
Ya dentro, me encuentro con caras conocidas. Por supuesto Rocío, aunque hay más de una con ese mismo nombre, que me abraza con enorme cariño igual que a la entrada acaba de hacer su hermana gemela. Veo también a Salva, con su pelo alborotado y barba característica. A Lara, de delicada y suave sonrisa, que se mueve como si flotase sobre el pavimento. A Luis, que suele comandar las asambleas en el hotel. Al gran Juma, con sus gafas de intelectual, que sigo teniendo por un arquitecto u artista de cualquier índole y que descubriré un día, aunque no esta noche, esta primera noche, que es, nada más y nada menos, que un avezado psicólogo. A Raquel, una especie de anarquista de cabaret, ataviada siempre con faldas y medias de rayas y de colores, y unos ojos negros y profundos que sugieren la más fuerte sensualidad. Y alguien más que seguro que se me escapa en este primer avistamiento que estoy realizando. Pero todos, y cada uno de ellos, mis amigos dadaístas, como  a mí me gusta llamarlos.

El espacio, que ellos mismos gestionan, autogestionado como proclama su propia propaganda, y con precio libre a la hora de consumir la bebida y lo que cocinan con afán de gourmet, es impresionante. Antiguo local dedicado a tareas industriales, este grupo iconoclasta y radical, de chicos y chicas, ha modelado con sus manos y con su espíritu un espacio que han transformado en un paraíso vanguardista. Porque, sin apenas esfuerzo de abstracción, se diría que uno está en cualquier metrópoli europea, pero no en la capital de eso que, a través de los años, se ha llamado España.
Ambiente diáfano, paredes blancas y suelo de tarima, uno puede dormir en él el sueño de la razón sin temor a  que se produzcan monstruos. Sala de trabajo, estancias privadas para los miembros de la comunidad dadaísta que dejan transcurrir la vida sin ponerle zancadillas. Y la sala insonorizada para hacer música. Piano, batería, saxo y guitarra eléctrica que unas y otros acarician hasta arrancarles el orgasmo necesario.
Son artistas autodidactas que avanzan sin miedo y sin esperanza. Me emociona visionar la filmación sobre VACIADOR 34 que ellos mismos han producido. En él, una actriz argentina, miembro de la troupe, embutida en una malla azul que acentúa y remarca su sexualidad, se mueve como una serpiente a través del hueco de la escalera y entra como un rayo en el espacio gritando: VACIADOR, VACIADOR, VACIADOR…
Pero esta noche, en medio del humo que exhalan los cigarrillos de todo tipo que succionan con evidente voracidad, la música se impone por momentos. Un cuarteto de Jazz improvisa y crea sonidos que hacen desvanecer los fantasmas dolorosos de la existencia.
En un cierto momento, todo se detiene, como de repente, ante un semáforo en rojo. Al otro lado de la puerta, una legión de policías intenta transgredir y violar la puerta de entrada a VACIADOR 34. Es una apuesta decisiva; si el orden penetrase el espacio dadaísta todo se podría ir al carajo. No llega al año que la libertad ha inundado este espacio madrileño.

Al final todo acaba bien, y la pasma, con sus celulares, vuelve sobre sus pasos. Tal vez una noche, aburrida e inocua, los ha hecho salir de las alcantarillas.
La música vuelve a ensordecernos y el humo, que va a acabar conmigo, se puede cortar con una navaja de afeitar.
Más tarde, cuando los ecos del Jazz en vivo se han apagado y alguno se ocupa de pinchar músicas de todo tipo, los corrillos de una y mil conversaciones inundan los diversos rincones de VACIADOR. En ese trasiego de voces y palabras aparece mi amiga, esa que suele decir que me emociono demasiado y con poca cosa. Pero ha llegado tarde, muy tarde, demasiado tarde. Y aunque trato de explicarle el descubrimiento que he hecho, no parece estar del todo de acuerdo conmigo. ¿Seré yo también, sin saberlo, un dadaísta?

Ya de madrugada abandono VACIADOR 34, con la seguridad de haber estado en un lugar que, aún a sabiendas de estar en Madrid, me sabe a mucho más. Me viene, entonces, a la cabeza, la fuerte impresión que me produjo la primera vez que penetré en la pequeña y fascinante coctelería “Le Cock”. Sí, estaba en Madrid, pero dentro de sus muros, podía uno imaginarse que estaba en New York, en Londres, en París, en Bruselas, en Praga o en Budapest. Era la certeza de saber que en mi País, en mi ciudad, en otra época, en otros tiempos, con otras gentes, la vida fue diferente.
Ahora, la calle desierta, se impone de manera más absorbente sobre mis pensamientos. La luz anaranjada y opaca de las farolas penetra a través de mis pupilas registrando un cuadro dentro de un cuadro.
Dentro del taxi que me conduce, a gran velocidad, hacia mi domicilio de residencia, en otra parte de la ciudad, los edificios son tragados como en un travelling. Medio somnoliento, o, quizás, más despierto y lúcido que nunca, un grito ahogado dentro de mi boca se abre paso, aunque sólo yo pueda oírlo. Siempre nos quedará VACIADOR 34.

Jesús Marchante                                                                                  

     

   

  






sábado, 10 de marzo de 2012


RESISTIR ES VIVIR



El tiempo de la ofensiva se aleja en el horizonte, mientras tanto debemos resistir. Resistir no es un deber ni una obligación, resistir es la otra cara de la moneda de la vida.
El capitalismo de principios del siglo XXI saborea ensimismado su pírrica victoria: la destrucción del planeta que nos cobija y la desaparición de enormes masas de potenciales consumidores de sus mercancías.
Teorizar, como algunos pretenden y proclaman, que la lucha de clases pertenece a la época de la Revolución Industrial, cuando la débil fuerza de trabajo era explotada en la cadena de montaje universal y envenenada con sucedáneos de alimentos aderezados con toda diversidad de insectos, es negar la realidad fortísima de la vida misma.
La maravilla del mundo postmoderno es esta: Ocultar la materialidad para hacer emerger la virtualidad, el artificio, lo aparente, lo falso, y hacer de la inercia virtud.
El mundo es un escaparate, repleto de humo negro, donde los seres humanos no pueden reconocerse.
Frente a la manipulación y distorsión mediática que nos muestra sólo aquello que es necesario para generar confusión y desconcierto, se alza como una torre medieval el señuelo de un espacio libre virtual. En él, se nos permite desarrollar juegos y estrategias consoladoras que nos alejan del mundo real de la subsunción, de una explotación que alcanza los últimos confines del sujeto humano con prácticas refinadas y sutiles.
Es ahí donde se juega la partida de la última esperanza de individualidad, es ahí donde las subjetividades intentan romper la cadena de montaje de la obediencia y la sumisión

Jesús Marchante                                                                   Junio 2010

jueves, 8 de marzo de 2012


UNA LUZ DE CRISTAL











Los diseños de cristal de los Años Veinte y Treinta del siglo XX suponen un intento estético de superación del horizonte de la muerte…

Lalique, Muller Freres, Hunebelle, Deguè, Sabino, Etling, Brandt, Verlys, Daum, Baccarat… La pureza de líneas y la intensidad de los objetos de estos maestros del vidrio se contraponen a la blandura de la oscuridad.

Cuando una lámpara de cristal opalescente se ilumina, la transparencia azulada y melada reconstruye el mundo que zozobra. Los vasos de vidrio blanco perspicuo o mate irradian y captan el lado puro de la vida.

Aunque algunos artistas como: Lalique,  Muller Freres o Daum han hecho la experiencia del Art Nouveau, Liberty o Jugendstil, todavía ligada a la percepción romántica e idealista de la vida, bajo la consideración de una civilización madura culturalmente, cuando confluyen con los artistas que eclosionan al inicio de 1920 sus diseños cambian radicalmente.

La experiencia de la gran guerra de 1914-1918, y debido a ella el darse de bruces contra la muerte, ha hecho saltar salvajemente el decorado floral y sinuoso del Arte Nuevo, haciendo naufragar la idea de progreso humano continuo.

La exposición Internacional de las Artes Decorativas de París de 1925, supone la consolidación de una concepción de la geometría y la transparencia desconocidas hasta ese momento. Los vidrios del período 1925-1939, se sitúan en esa línea de fuerza que representa el Art Déco, que se verá truncada al final de la segunda guerra…





Dos siglos antes, en la primavera-verano del año 1788, un abandonado, y prácticamente olvidado por sus contemporáneos, compositor salzburgués, de nombre Wolfgang Amadeus, ha terminado de componer la última de sus sinfonías, la número 41. Su tercer y definitivo movimiento anticipa de modo brutal la estética de los años veinte del siglo que lleva ese mismo nombre.

La rapidez y ligereza del movimiento proviene, sin lugar a dudas, de un fondo geométrico y transparente. Como sucederá con el diseño del cristal de esos años, las líneas se perfilan con fuerza y elegancia, desencadenando un haz de luz opalescente que alumbra la estancia. La música mozartiana traduce la felicidad de la conquista de la vida frente a la muerte que acecha siempre. La insistencia en el modo “molto allegro” es el intento para no ser atrapado por el fantasma doloroso y abstracto del no ser nunca más… Pero como los maestros del vidrio, Mozart se despide del mundo con un grito de vida, la luz, contra las tinieblas y la noche.

Jesús Marchante                                                                   Junio2010

domingo, 4 de marzo de 2012


SIN MIEDO Y SIN ESPERANZA
EL MAYO ESPAÑOL

Aunque los rayos del sol, que emerge de su letargo con lentitud, parecen inundar de amarillo los edificios de la ciudad, una sensación grisácea invade los espíritus de los sujetos que pueblan todos sus rincones.
Las crisis capitalistas enajenan el entendimiento, y el horizonte, desde el que se alzan columnas de humo, apenas es reconocible.
Un silencio quieto, como en la escena del Moliere de Ariane Mnouchkine, antes de que las calles se vean atronadas por la invasión del carnaval, acompaña nuestras vidas y todo sucede en un abrir y cerrar de ojos.
Indignados, insumisos, desobedientes, hombres, mujeres, animales, todos gritan al unísono: ¡Democracia Real ya!
Mientras la noche avanza y los cuerpos represivos han hecho lo único que saben hacer, detener la fuerza de la razón en marcha, algunas avanzadillas empiezan a instalarse en la madrileña Puerta del Sol. A la luz de una luna recién esmaltada, la plaza aparece más clara y limpia que nunca. Un cierto ajetreo distrae las campanadas del reloj del antiguo edificio de correos. La noche lo invade todo y parece que hay que ir pensando en reposar y cerrar los ojos, sólo algunas horas antes de que el azul oscuro y profundo se transmute en el amanecer de un día cualquiera.
La inmaterialidad, lo que no se toca ni puede olerse, las redes sociales, Internet y todo lo demás, han operado la maravilla: La Revolución empieza a desplegar, con pausada calma, sus alas frente a la mirada incrédula de propios y extraños.
Los días se suceden; una marea humana, demasiado humana, inunda y atraviesa la puerta del Sol, día, tarde y noche. Las plazas cercanas: la de Jacinto Benavente y la del Carmen se pueblan de corros y más corros, en asambleas improvisadas que se van llenando de ciudadanos que usan sin complejos el espacio público y común. “Política de corto y largo alcance”, “Economía”, “Medio Ambiente”, “Educación y cultura”, “Pensamiento”…Viejas palabras que, de repente, a la luz del Mayo madrileño, se reinventan y proponen nuevas incisiones en el acero del poder. Una y mil asambleas donde todos aprendemos a organizarnos sin la mirada atenta del maestro.
“Un fantasma recorre…”, ¡No!, me digo, lo que acaba de estallar no está aún escrito en ningún manual. Lo que las gentes de mi ciudad y, cada día, más ciudades que se van incorporando, están creando cada nuevo minuto que un reloj imaginario marca en algún lugar de la historia, es algo que no hemos visto hasta ahora. Se escribe sobre los muros y sobre carteles improvisados que lo inundan todo de precarios dazibaos: “Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir”, “Abajo el valor de cambio”, “Nos regalan miedo para vendernos seguridad”.
La naturaleza no construye ninguna máquina, ni barcos, ni aviones, ni cohetes espaciales, ni ordenadores, ni teléfonos móviles… Son productos de la industria humana; materia natural, transformada en órganos de la voluntad humana sobre la naturaleza. Son órganos del cerebro humano creados por la mano humana. El saber social general, el conocimiento, se ha convertido en fuerza productiva inmediata. Lo que el Moro de Londres había intuido mucho tiempo atrás, se materializa ante nuestra incrédula mirada. “Lo queremos todo y lo queremos ahora…” gritamos con fuerza en medio de la asamblea general, bajo el sol poderoso de finales de Mayo.
No queremos dinero, ni Bancos, ni Banqueros, ni Parlamento, ni políticos que sólo se representan a ellos mismos. “¡Que no, que no nos representan!”. La democracia la hacemos nosotros, con nuestras propias manos, con nuestro propio intelecto.
La Revolución se extiende como la pólvora: Barrios y pueblos se unen al coro unánime de: “Abajo la tiranía”, “Democracia real ya”. La sabiduría de las gentes, sin distinción de edades, género o color de la piel, se impone sobre la pesadez aburrida del Yo. Las certidumbres aprendidas o inducidas, se disuelven como un azucarillo.
Casi sin apenas tiempo de intuirlo, París, Bruselas, Berlín, Turín y Roma, se encienden en el cielo infinito europeo.
En un lateral de la plaza, en una de sus geometrías, donde tantos años atrás un cartel de propaganda electoral exhibía a Gil Robles, el Jefe Supremo de la C.E.D.A., al lado de tanques y obuses con el lema: “¡Estos son mis poderes!”, aparecemos ahora con los brazos en alto y las palmas de las manos extendidas exclamando: “¡Éstas son nuestras armas!”
Se ha roto el mecanismo diabólico del binomio pregunta - respuesta. La realidad sucede aquí, la ficción está en los mass media que naufragan, mientras tratan torpemente de filmar lo imposible.
Me viene a la cabeza la imagen de aquel judío, de origen español, Baruch de Espinosa, anómalo y subversivo, que sentó las bases de una ética humana sin concesiones a la ilusión. Ser libres para ser quienes somos, seres dotados de entendimiento, y despojarnos del miedo y la esperanza como productores de sometimiento.
Con absoluta seguridad, nada volverá a ser como antes, estos días del Mayo revolucionario son también los de nuestra educación sentimental.
En el momento en que las dos manecillas, de la esfera blanca satinada del reloj de la Puerta del Sol, se superponen y son una sola, a esa hora en la que el tiempo parece detenerse por unos instantes, un silencio que es estruendo invade la plaza y sus aledaños. Miles de manos hacia el cielo, como flechas en el azul, anuncian el nacimiento de un nuevo día. Debajo del reloj, el largo balcón que otrora, en aquel abril mágico de 1931, se llenara de gente inteligente que boquiabierta contemplaba la llegada a raudales de gentes atravesadas por el entusiasmo.
Después, como los mimos ruidosos de la escena final de “Blow up”, la película de Antonioni, jugamos en silencio la partida que decide nuestras vidas, y cuando la pelota sale al otro lado de la valla, todos miramos, y esperamos durante unos instantes, que alguien devuelva la pelota al terreno de juego. Pero sobre el asfalto mojado y oscuro no hay nadie para recogerla.
Jesús Marchante
Mayo 2011

RECONSTRUIREMOS EL AZUL SOBRE LOS RESTOS DE LA TORMENTA : 

MANIFIESTO POLÍTICO PARA EL 15-M


                                                                  Al Moro, a quien nunca agradeceremos suficientemente las miles de horas que pasó en el British Museum para alumbrarnos en la negrura capitalista.


                                                                  Al mio caro amico Mauro Anastasi, che se fosse stato qui oggi avrebbe sicuramente criticato, con benevolenza, queste mie chimere.


Un nuevo fantasma recorre Europa: es el fantasma del General Intellect, de la Inteligencia General. Merkel, Sarkozy, Trichet, las grandes Corporaciones Bancarias, el Fondo Monetario Internacional y las Agencias de Rating se han aliado para detener la emergencia de este fantasma.

El orden capitalista ha reducido cualquier tipo de dignidad humana al valor de cambio. Ha situado, frente a cualquier tipo de ilusión de libertad, una única y desalmada libertad de comercio. En una palabra, ha sustituido la vieja explotación, disfrazada de ilusiones religiosas, sentimentales y políticas, por la subsunción total y absoluta del sujeto humano a los intereses de la voracidad capitalista.

No obstante todo ello, cabe afirmar que en las sociedades actuales capitalistas avanzadas se vive una ficción. Es una quimera hacernos creer que son necesarias tantas horas de trabajo para producir una mercancía cualquiera. “El robo de tiempo de trabajo ajeno sobre el que descansa la riqueza actual, se presenta como una base miserable frente a esta base recién desarrollada, creada por la misma gran industria. Tan pronto como el trabajo en forma inmediata ha dejado de ser la gran fuente de la riqueza, el tiempo de trabajo deja y tiene que dejar de ser su medida y, en consecuencia, el valor de cambio tiene que dejar de ser la medida del valor de uso. El plustrabajo de la masa ha dejado de ser condición para el desarrollo de la riqueza general, así como también el no-trabajo de los pocos ha dejado de ser condición para el desarrollo de las fuerzas generales del cerebro humano. Con ello se derrumba la producción basada sobre el valor de cambio, y el proceso de producción material inmediato pierde la forma de la miseria y el antagonismo. Aquí entra entonces el desarrollo de los individuos, y por lo tanto, la reducción del tiempo de trabajo necesario no para crear plustrabajo, sino la reducción en general del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, al que corresponde entonces la formación artística, científica, etc., de los individuos gracias al tiempo devenido libre y a los instrumentos creados para todos ellos. El capital es la contradicción en movimiento, porque tiende a reducir el tiempo de trabajo a un mínimo, mientras que por otra parte pone al tiempo de trabajo como la única medida y fuente de la riqueza. El capital reduce, en consecuencia, el tiempo de trabajo en la forma de trabajo necesario, para aumentarlo en la forma de trabajo suplementario; pone, por lo tanto, el trabajo superfluo en medida creciente como condición – question de vie et de mort _ del trabajo necesario”  Sirva, entonces, esta mirada de Karl Marx en 1857-1858,  para saber, de una vez por todas, que la jornada laboral que sufrimos todos es una pura patraña. Cabe, así, plantearse que el rechazo del trabajo asalariado es una de las condiciones sobre las que debe afirmarse la Inteligencia General. Acumular saber y emplearlo para el bienestar inmediato de todos rompe la cadena que la patronal internacional establece para apropiarse de ese saber acumulado y utilizarlo en la producción de plusvalía. Se trata de romper el mecanismo de control que el capital ha dispuesto sobre nosotros. Nadie puede prever cuales serán las etapas concretas de esta ruptura y mucho menos es posible responder a quienes nos pregunten qué pondremos en lugar de lo destruido. El problema no es éste. En ninguna de las grandes revoluciones de la historia se sabía a priori qué reemplazaría lo que se estaba combatiendo. Pero una cosa sí tenemos clara: No queremos este mundo que nos intentan imponer a través del control que ejercen los mass-media. El combate, entonces, conviene ser conscientes de ello, se libra en un terreno evanescente, inmaterial y fuertemente fantasmático. Los nuevos sujetos revolucionarios se reproducen como tales, no ya en el terreno de la producción de mercancías sino en el terreno de la circulación del dinero, en el terreno de la inmaterialidad.


EL 15-M Y SUS CONSECUENCIAS

Somos un proceso constituyente que se afirma continuamente en el devenir de los acontecimientos. Cada acción, cada acto, son necesariamente la constatación de que nos hemos situado en otro terreno, fuera del proceso pregunta-respuesta que trata de imponer el capital y sus instituciones políticas. Frente a esto, nosotros imponemos nuestro criterio, nuestra exigencia, nuestro sistema. Al hacerlo así, nos afirmamos como sujeto político, como Poder Dual frente al Poder y al Estado, originando un conflicto que antes o después deberá resolverse: “Entre dos fuerzas iguales, decide la más fuerte…” Marx dixit.
No hay vuelta atrás. Los problemas centrales se plantearán sobre la mesa y no podremos obviarlos. La forma de Estado, la Constitución, el Parlamento, el problema de la moneda, la propiedad privada…
Somos el nuevo mundo y por eso abominamos el ancien régime. Queremos una sociedad de sujetos libres, caminamos hacia la disolución del Estado como organización represora de la libertad individual. Pero mientras tanto, queremos elaborar nuestra propia constitución, nuestro propio sistema de representación, acordes con esa inteligencia general que nos unifica y nos acomuna.
Reivindicamos una Asamblea Constituyente que nos permita escribir las reglas por las que nos queremos regir todos. Así mismo, ya no nos sirve el Parlamento, con su sistema de representación basado en viejos partidos y asociaciones que no representan el nuevo mundo que está emergiendo. Construiremos un sistema de representación sujeto a las necesidades de nosotros y no a las del capital. Abogamos por la liberación del crédito de las redes del sistema financiero y la instauración de un control sobre los Bancos para impedir que el flujo del dinero acabe en las manos de los ricos y poderosos.
Exigimos, consecuentemente, la liberación del suelo y de la tierra como pasos necesarios para que todas tengamos derecho a una vivienda digna y al abastecimiento de alimentos sustraídos al circuito enloquecido del sistema capitalista.

Pero el 15-M no somos ilusos, sabemos que existen pasos y escalones que tendremos que ir dando y subiendo. Es por ello que apoyaremos y llevaremos a cabo las luchas necesarias para impedir que nos reformen la Constitución, vaciando de contenido los escasos elementos keynesianos y de cohesión social que las constituciones escritas después de la segunda guerra mundial contienen, que nos impongan modelos de representación que bloqueen la posibilidad de expresión democrática, o que nos quieran seguir induciendo a la ficción de que la crisis del capital es consecuencia de la baja productividad o el gasto público excesivo. Es por eso que atacamos y combatimos cualquier tipo de reforma laboral que ampare esta ficción.
Estas son, en síntesis, las medidas que proponemos y exigimos como bases para poder construir ese azul que queremos. Somos conscientes que todo ello pasa porque todas estas luchas y afirmaciones se extiendan a nivel internacional, al menos, y en un primer momento, sobre el territorio europeo.
   
Jesús Marchante                                               Septiembre 2011



"DE NADA SIRVE ESTAR VIVO MIENTRAS SE ESTÁ TRABAJANDO..."
   A. BRÈTON
  


ESTE BLOG TRATA DE RECUPERAR LA VIDA ATRAPADA EN TÚNELES DONDE DESAPARECE POR DOQUIER. EL ARTE Y LA POLÍTICA SON LOS ELEMENTOS QUE REPRODUCEN LAS DISTINTAS DINÁMICAS QUE NOS PERMITEN VOLVER A HABLAR DE NOSOTROS MISMOS.
DIALOGAMOS CON: EPICURO, SPINOZA, MARX, FREUD, QUEVEDO, CALDERÓN DE LA BARCA, KAFKA, FEDERICO GARCIA LORCA, PESSOA, PIER PAOLO PASOLINI Y PHILIP DICK.Y AMAMOS A: LOS ARTISTAS DEL PALEOLÍTICO SUPERIOR, CIMABUE, ARTEMISIA GENTILESCHI, CARAVAGGIO, PIERO DELLA FRANCESCA, GOYA, VELÁZQUEZ, VAN GOGH, GAUGUIN, CEZANNE, PICASSO, MAGRITTE, Y FRANCIS BACON, NOS GUSTAN: LOS DADAISTAS, LOS SURREALISTAS Y TODOS LOS MOVIMIENTOS QUE QUIEREN ROMPER CON LA SOCIEDAD ESTABLECIDA. QUEREMOS A MARILYN MONROE, A STANLEY KUBRICK, A HITCHCOCK Y A RIDLEY SCOTT. ESCUCHAMOS A W. A. MOZART, A RICHARD WAGNER, A GUSTAV MAHLER, A ERIK SATIE, A LIGETTI, EL JAZZ, A THE BEATLES, A PINK FLOYD Y A SADE. Y APOSTAMOS POR LA REVOLUCIÓN.