RESISTIR ES VIVIR
El tiempo de la ofensiva se aleja en el horizonte, mientras
tanto debemos resistir. Resistir no es un deber ni una obligación, resistir es
la otra cara de la moneda de la vida.
El capitalismo de principios del siglo XXI saborea ensimismado
su pírrica victoria: la destrucción del planeta que nos cobija y la desaparición
de enormes masas de potenciales consumidores de sus mercancías.
Teorizar, como algunos pretenden y proclaman, que la lucha de
clases pertenece a la época de la Revolución Industrial, cuando la débil fuerza
de trabajo era explotada en la cadena de montaje universal y envenenada con
sucedáneos de alimentos aderezados con toda diversidad de insectos, es negar la
realidad fortísima de la vida misma.
La maravilla del mundo postmoderno es esta: Ocultar la
materialidad para hacer emerger la virtualidad, el artificio, lo aparente, lo
falso, y hacer de la inercia virtud.
El mundo es un escaparate, repleto de humo negro, donde los
seres humanos no pueden reconocerse.
Frente a la manipulación y distorsión mediática que nos
muestra sólo aquello que es necesario para generar confusión y desconcierto, se
alza como una torre medieval el señuelo de un espacio libre virtual. En él, se
nos permite desarrollar juegos y estrategias consoladoras que nos alejan del
mundo real de la subsunción, de una explotación que alcanza los últimos
confines del sujeto humano con prácticas refinadas y sutiles.
Es ahí donde se juega la partida de la última esperanza de
individualidad, es ahí donde las subjetividades intentan romper la cadena de
montaje de la obediencia y la sumisión
Jesús Marchante Junio
2010
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