domingo, 4 de marzo de 2012


SIN MIEDO Y SIN ESPERANZA
EL MAYO ESPAÑOL

Aunque los rayos del sol, que emerge de su letargo con lentitud, parecen inundar de amarillo los edificios de la ciudad, una sensación grisácea invade los espíritus de los sujetos que pueblan todos sus rincones.
Las crisis capitalistas enajenan el entendimiento, y el horizonte, desde el que se alzan columnas de humo, apenas es reconocible.
Un silencio quieto, como en la escena del Moliere de Ariane Mnouchkine, antes de que las calles se vean atronadas por la invasión del carnaval, acompaña nuestras vidas y todo sucede en un abrir y cerrar de ojos.
Indignados, insumisos, desobedientes, hombres, mujeres, animales, todos gritan al unísono: ¡Democracia Real ya!
Mientras la noche avanza y los cuerpos represivos han hecho lo único que saben hacer, detener la fuerza de la razón en marcha, algunas avanzadillas empiezan a instalarse en la madrileña Puerta del Sol. A la luz de una luna recién esmaltada, la plaza aparece más clara y limpia que nunca. Un cierto ajetreo distrae las campanadas del reloj del antiguo edificio de correos. La noche lo invade todo y parece que hay que ir pensando en reposar y cerrar los ojos, sólo algunas horas antes de que el azul oscuro y profundo se transmute en el amanecer de un día cualquiera.
La inmaterialidad, lo que no se toca ni puede olerse, las redes sociales, Internet y todo lo demás, han operado la maravilla: La Revolución empieza a desplegar, con pausada calma, sus alas frente a la mirada incrédula de propios y extraños.
Los días se suceden; una marea humana, demasiado humana, inunda y atraviesa la puerta del Sol, día, tarde y noche. Las plazas cercanas: la de Jacinto Benavente y la del Carmen se pueblan de corros y más corros, en asambleas improvisadas que se van llenando de ciudadanos que usan sin complejos el espacio público y común. “Política de corto y largo alcance”, “Economía”, “Medio Ambiente”, “Educación y cultura”, “Pensamiento”…Viejas palabras que, de repente, a la luz del Mayo madrileño, se reinventan y proponen nuevas incisiones en el acero del poder. Una y mil asambleas donde todos aprendemos a organizarnos sin la mirada atenta del maestro.
“Un fantasma recorre…”, ¡No!, me digo, lo que acaba de estallar no está aún escrito en ningún manual. Lo que las gentes de mi ciudad y, cada día, más ciudades que se van incorporando, están creando cada nuevo minuto que un reloj imaginario marca en algún lugar de la historia, es algo que no hemos visto hasta ahora. Se escribe sobre los muros y sobre carteles improvisados que lo inundan todo de precarios dazibaos: “Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir”, “Abajo el valor de cambio”, “Nos regalan miedo para vendernos seguridad”.
La naturaleza no construye ninguna máquina, ni barcos, ni aviones, ni cohetes espaciales, ni ordenadores, ni teléfonos móviles… Son productos de la industria humana; materia natural, transformada en órganos de la voluntad humana sobre la naturaleza. Son órganos del cerebro humano creados por la mano humana. El saber social general, el conocimiento, se ha convertido en fuerza productiva inmediata. Lo que el Moro de Londres había intuido mucho tiempo atrás, se materializa ante nuestra incrédula mirada. “Lo queremos todo y lo queremos ahora…” gritamos con fuerza en medio de la asamblea general, bajo el sol poderoso de finales de Mayo.
No queremos dinero, ni Bancos, ni Banqueros, ni Parlamento, ni políticos que sólo se representan a ellos mismos. “¡Que no, que no nos representan!”. La democracia la hacemos nosotros, con nuestras propias manos, con nuestro propio intelecto.
La Revolución se extiende como la pólvora: Barrios y pueblos se unen al coro unánime de: “Abajo la tiranía”, “Democracia real ya”. La sabiduría de las gentes, sin distinción de edades, género o color de la piel, se impone sobre la pesadez aburrida del Yo. Las certidumbres aprendidas o inducidas, se disuelven como un azucarillo.
Casi sin apenas tiempo de intuirlo, París, Bruselas, Berlín, Turín y Roma, se encienden en el cielo infinito europeo.
En un lateral de la plaza, en una de sus geometrías, donde tantos años atrás un cartel de propaganda electoral exhibía a Gil Robles, el Jefe Supremo de la C.E.D.A., al lado de tanques y obuses con el lema: “¡Estos son mis poderes!”, aparecemos ahora con los brazos en alto y las palmas de las manos extendidas exclamando: “¡Éstas son nuestras armas!”
Se ha roto el mecanismo diabólico del binomio pregunta - respuesta. La realidad sucede aquí, la ficción está en los mass media que naufragan, mientras tratan torpemente de filmar lo imposible.
Me viene a la cabeza la imagen de aquel judío, de origen español, Baruch de Espinosa, anómalo y subversivo, que sentó las bases de una ética humana sin concesiones a la ilusión. Ser libres para ser quienes somos, seres dotados de entendimiento, y despojarnos del miedo y la esperanza como productores de sometimiento.
Con absoluta seguridad, nada volverá a ser como antes, estos días del Mayo revolucionario son también los de nuestra educación sentimental.
En el momento en que las dos manecillas, de la esfera blanca satinada del reloj de la Puerta del Sol, se superponen y son una sola, a esa hora en la que el tiempo parece detenerse por unos instantes, un silencio que es estruendo invade la plaza y sus aledaños. Miles de manos hacia el cielo, como flechas en el azul, anuncian el nacimiento de un nuevo día. Debajo del reloj, el largo balcón que otrora, en aquel abril mágico de 1931, se llenara de gente inteligente que boquiabierta contemplaba la llegada a raudales de gentes atravesadas por el entusiasmo.
Después, como los mimos ruidosos de la escena final de “Blow up”, la película de Antonioni, jugamos en silencio la partida que decide nuestras vidas, y cuando la pelota sale al otro lado de la valla, todos miramos, y esperamos durante unos instantes, que alguien devuelva la pelota al terreno de juego. Pero sobre el asfalto mojado y oscuro no hay nadie para recogerla.
Jesús Marchante
Mayo 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario