viernes, 2 de mayo de 2014

MARTE UNO, VIAJE SIN RETORNO






El modo de producción capitalista siempre produce sorpresas, o quizás no. Analizando su forma de reproducirse, lo que, a veces, pueda parecernos una majadería, no lo es en absoluto.

Hace ya algún tiempo, viendo el desarrollo de las crisis capitalistas y de la imposibilidad de expansión permanente en los sectores clásicos de la producción, que pienso que el Capital, que de forma tan inteligente analizara Karl Marx, tiene dos salidas para superar su impasse. Y aunque apenas dé pistas de por donde está yendo, haciéndonos creer que está completamente varado y a la desesperada, estoy firmemente convencido de que no es así.

En muy pocos años, eso que ahora nos parece central, la crisis financiera, los bancos como el eje central de apropiación de la riqueza que producimos todos, será sólo arqueología. El capitalismo se habrá sumergido en una nueva acumulación originaria que en nada tendrá que ver con los sectores más conocidos de la producción.

La acumulación vendrá de parte de la robótica, o mejor diría, de la inversión en inteligencia artificial, pero a niveles que irán más allá, incluso, de los planteamientos que vemos en las últimas películas de ciencia ficción.

2001: Una odisea del espacio, la vieja saga de La guerra de las galaxias, AI y, más recientemente, Elysium, nos proporcionan algunas señales de por donde irán los tiros.

Ahora, en estos días, leo una noticia que me hace pensar que muy pronto la realidad superará a la ficción. "Mars One", es un proyecto ideado por una empresa privada de matriz holandesa que ha puesto en pie un viaje tripulado a Marte para establecer una colonia humana permanente en el planeta rojo. Y esta es la segunda salida del capital para superar la crisis. La inversión en el espacio, pero de manera seria y no sólo como efecto colateral.

Pero "Marte Uno" tiene una peculiaridad. Una peculiaridad anómala y salvaje, diría yo. El proyecto consiste en enviar naves espaciales de cuatro personas cada dos años, a partir de 2024, para ir consolidando la colonia. Pero lo impactante no está ni en las características del viaje ni en el destino. Lo fascinante, si así podríamos llamarlo, es que es un viaje de ida. Un viaje sin retorno.

Suena a delirio, pero no lo es. De entre las más de 200.000 solicitudes enviadas a la empresa holandesa para poder participar en el proyecto, han sido seleccionadas 1.058 personas, y entre estas, 39 españolas. Miles de personas de todo el mundo dispuestas a emprender un rumbo hacia lo desconocido, sabiendo que no volverán jamás al planeta donde han nacido y vivido. Vivir y morir en Marte.

Mi cabeza se dispara. Un sinfín de proyecciones atraviesan mis neuronas cerebrales. Aunque en un principio pueda parecer una elección suicida, tal vez no lo sea tanto. Decidir libremente separarse del cordón umbilical social y humano es algo que no tiene precedentes. Se podría decir que perderse, por ejemplo, en un lugar perdido de la Tierra, supone también romper ese cordón umbilical, pero la ruptura que supone la elección de viajar a Marte sabiendo que nunca más volverás al planeta Tierra, supera cualquier otra comparación.

Analicemos, sin embargo, qué puede suponer este proyecto. Abre un sinfín de preguntas, por supuesto, que no tienen una respuesta inmediata. Pero la apuesta capitalista, como decíamos antes, no es baladí. Y la personal, tampoco.

Viajar hasta el planeta rojo, sabiendo de antemano que no se va a volver, es ya una apuesta valiente. Suponen más de siete años de viaje, toda una vida, en la que cuatro personas tienen que compartir un espacio muy reducido y donde, entre otras carencias, no es posible usar el agua para la ducha. Sólo unas toallitas humedecidas serán el soporte material para la higiene personal.

En esa apuesta, lo que primero va a saltar por los aires es el yo freudiano, la identidad humana. Dejar atrás la propia biografía para diluirse en un referente vacío, en la nada. Y también la categoría de poder, al menos como estamos habituados a conocerla aquí, en nuestro planeta.
Me produce una cierta sonrisa leer que la empresa pondrá a disposición de los habitantes de la colonia marciana un servicio de mails gratuito e infinito y toda una serie de comunicaciones, redes y similares, para que dichos extramarcianos puedan mantener el contacto con sus seres queridos y amistades. Y aquí es donde la realidad, la terrestre, se convierte en virtual y ficticia, y la ficción marciana ocupa la única y posible realidad. 
Sin embargo, no sólo está este aspecto. La empresa que dirige el proyecto desaconseja la procreación porque no se conoce aún la capacidad humana de procrear en un medio de gravedad reducida, ni tampoco si un feto puede desarrollarse normalmente en estas circunstancias. Si bien, como la misma empresa reconoce, esta investigación es prioritaria, puesto que será la que permita poder establecer un asentamiento permanente en el planeta rojo.
Hay otro aspecto que tampoco tranquilizará a los colonos extramarcianos, o tal vez les resulte indiferente, quién sabe, después de haber decidido lanzarse a este peculiar viaje. Me refiero a los servicios médicos disponibles en caso de enfermedad. También aquí, durante los primeros años, sólo se aseguran posibilidades para enfermedades comunes y accidentes caseros. Ciertas enfermedades, que requieren equipos grandes como en los grandes hospitales terrestres, no podrán ser tratadas en Marte. No obstante, siendo tan pocos los habitantes y estando tan aislados de todo, ¿enfermarán?
Sin embargo, no dejo de pensar o de fantasear con la perspectiva de que los que van a ir hasta allí, sabiendo que no regresarán jamás a la Tierra, intuyan una cierta promesa de inmortalidad. ¿Inmortalidad? Sí. Seguramente, las condiciones especiales en las que van a vivir y las investigaciones que llegarán de la mano de experimentar en un planeta con unas condiciones tan distintas a las del nuestro, posibilitarán, cuando menos, la prolongación de la vida más allá de la duración real del tiempo en la Tierra. No sólo. Experimentos como el de la fusión fría, sumidos en la más absoluta clandestinidad aquí, cobrarán allí una importancia decisiva.

Pero también hay algo que no deja de revolotear en mi cabeza. ¿Qué sucederá con las relaciones sexuales y, sobre todo, con las relaciones amorosas? Antes hablábamos de la destrucción del yo freudiano que representa este viaje sin retorno hacia la nada. Ciertamente, la empresa capitalista que ha puesto en marcha este proyecto, intentará balancear la relación de hombres y mujeres en la composición de los colonos extramarcianos. Así que, una cierta actividad sexual podría darse, sin olvidarnos, tampoco, de la propia que cada uno, sin la intervención del sexo contrario, puede procurarse. Pero respecto al amor, ¿qué pasará? A mí no me cabe ninguna duda. Pasará a mejor vida, como el yo. No tendrá ya la menor importancia, eso que aquí sigue llamándose amor, o enamoramiento. El ego, el ansia de poder sobre el otro, no tendrán ningún sentido. Todo se diluirá como un azucarillo. Las categorías mentales terrestres, a pesar de nuestra procedencia, formarán parte de la historia, de la leyenda. Los seres humanos llegados hasta el planeta rojo, dejarán de serlo. El mundo, la vida, la realidad, partirán de cero. Del cero más infinito. 


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