lunes, 1 de octubre de 2012




¡EMPOBRECEOS Y ENRIQUECEDLOS...!



Jesús Marchante, "La contemplación del personaje acuático - A la Escuela de Viena"

No es poca cosa tener el privilegio de escuchar en vivo, aunque sea en la versión de concierto, la ópera de Arnold Schoenberg, "Moses und Aron". Escribo el apellido del compositor de la segunda manera posible con la que él mismo lo hacía después de exiliarse en los Estados Unidos perseguido por el régimen nacional socialista. Apenas me he atrevido en un par de ocasiones, a lo largo de estos años, a escuchar la grabación en disco que poseo. Es casi la misma cosa que me sucede con el "Réquiem" de W.A. Mozart, aunque los motivos sean muy diferentes. Siempre he amado a ese músico judío y vienés. Pero antes de que las notas abstractas de la partitura se materialicen en el aire en forma de sonidos audibles para los seres humanos, sucede algo que no deja de ser novedoso para un coliseo de las características del Teatro Real de Madrid. Ya a la entrada observo un grupo de manifestantes que protestan enérgicamente contra los despidos que se han producido en el teatro.
Antes de introducirme en el recinto, extiendo mi mano para recoger uno de los comunicados que reparten en la puerta. Como no llevo gafas de leer, y no leo ni un pimiento sin ellas, quiero reservarme su lectura para cuando vuelva a casa. Sin embargo, no va a ser necesario. La orquesta, los coros, los cantantes y el director están ya todos en sus puestos. Entonces, en ese momento, una voz femenina que sale de la obscuridad de alguno de los palcos, empieza a leer el comunicado ante la protesta de algún energúmeno que es acallado por la mayoría que quiere seguir escuchando lo que lee la muchacha invisible. Al final, un sonoro aplauso, que resuena por todo el anfiteatro donde me hallo, premia esas palabras de protesta. Al mismo tiempo que las palmas atruenan, vuelan algunas octavillas que se van precipitando lentamente hacia la platea. Me digo a mi mismo que el compositor judío se habría mostrado de acuerdo con este pequeño sabotaje.

La música, ahora, anula cualquier otra preocupación. Una música que, a pesar de estar compuesta en los años treinta del siglo XX, no llegó a ser jamás concluida en vida del músico. Mientras mis oídos y mi cabeza se contaminan de esos sonidos, siempre modernos aunque transitemos ya por el siglo XXI, no dejo de pensar que aún no casan del todo con la sociedad en la que vivimos. Es como si anticiparan algo que está todavía por suceder.

Pero es en el texto de la ópera, mezcla de invención del autor y del libro del "Éxodo" de la Biblia, cuando aparecen las palabras mágicas, esas que explican todo lo que ocultan otras: Prima de riesgo, rescate, recesión, crisis, recortes o ajustes... Como Moisés tarda demasiado, desde que subió a la montaña sagrada, en volver, las gentes se impacientan y se olvidan de ese Dios del que él les había hablado antes de partir. Es Aarón, quien haciéndose eco de las protestas del pueblo se dirige a ellos diciéndoles: ¡Empobreceos y enriquecedlos!, logrando así, con el despojarse de todas las pertenencias preciosas que la gente ha portado consigo, representar un ídolo al que poder dorar y adorar, el Becerro de Oro. 

Atravesando un invisible túnel del tiempo, esas palabras recobran toda la actualidad y pregonan lo que los Aarones de este tiempo no tienen el coraje de decir: ¡Empobreceos y enriquecedlos! Eso es lo que se desprende de las leyes emanadas de los Consejos de Ministros, de los presupuestos generales del Estado, de las reformas constitucionales. Debemos renunciar a nuestros salarios, a nuestros transportes, a nuestra salud, a nuestra educación, a nuestra cultura, a nuestra vida... Y que esa ínfima minoría que controla todo: los Bancos centrales y los nacionales, las grandes corporaciones internacionales y nacionales, el FMI, y toda esa estructura que quiere destruirnos para siempre, amasen las monedas que salen de nuestros bolsillos para que ellos se llenen de ellas hasta que les salgan por las orejas. Ese es el mensaje y el imperativo, no categórico, que ellos gritan a cada instante. Frente a ello sólo cabe resistir y luchar. Estamos ocupados y rodeados por el opresor, como los judíos polacos en aquel gueto de Varsovia durante la Segunda Guerra mundial. Hagamos, entonces, realidad el levantamiento y dejemos de enriquecerlos y de empobrecernos...

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