sábado, 12 de octubre de 2013

¡ Y AÚN QUIEREN QUE ESTEMOS TRANQUILOS !



Esta noche, mientras estoy en un concierto, resuenan con inquietud en mi cerebro las advertencias que Goya utilizara en su serie de los "Caprichos". Siento la tentación de pensar en la anticipación del arte, en concreto en lo que anuncian ciertas composiciones musicales. Aunque no sólo. Empieza el concierto con un estreno mundial de una fantasía del músico coreano Eunho Chang. Tengo la sensación, siempre la tengo, cuando escucho música contemporánea, música escrita en los últimos años del siglo XX y ahora en el siglo XXI, que esas músicas van por delante y nos representan el mundo que nos vamos a encontrar a la vuelta de la esquina. A pesar de que mi amigo, el gran compositor José María Sánchez-Verdú, trate de convencerme de que la música, a partir de la segunda escuela de Viena, es decir Schoenberg, Berg y Weberg, es simplemente abstracción. Sí, abstracción, pero sigo pensando que el "Pierrot Lunaire" de Schoenberg, por citar sólo una de las obras de estos compositores, nos sitúa en la antesala de la desazón en la que Europa se hundirá tan sólo dos años después, al iniciarse  la Gran Guerra.


La segunda parte la ocupa toda - y se habría bastado a sí sola - como obra única de este concierto, la "Quinta Sinfonía" de Gustav Mahler. Lo primero que me lleva a pensar, mientras suenan los primeros compases, es lo siguiente: si la "Cuarta Sinfonía" se apaga en una especie de remanso de paz, ¿por qué demonios la "Quinta" se abre con una marcha fúnebre? ¿Qué es lo que le pasa a Mahler? No lo sabemos. En cualquier caso, no parece que hubiera que esperarse esta continuación trágica. Queda aún mucho para que llegue el salvajísimo "cluster" del adagio de su "Décima Sinfonía" inacabada, debido a su repentina muerte. Y ahí sí, en ese "cluster" estallan de manera radical el terror y la muerte que van a venir casi inmediatamente. Pero esta marcha fúnebre de 1902 no puede aún intuir lo que sucederá en el año 1914.
Podemos poner un ejemplo similar en el arte cinematográfico: "2001, Una Odisea del Espacio", del director Stanley Kubrick, se cierra con el niño estelar que dentro de una burbuja transparente viaja hacia la Tierra, imagen esperanzadora que se trunca con la desafiante mirada de Alex al inicio de "La Naranja Mecánica", que tampoco habríamos tenido que esperarnos como continuación al último fotograma de "2001". El mundo todavía respiraba los efluvios revolucionarios del "Mayo del 68". Ya vendría "The Shining" para anticiparnos algo de lo que se nos vendría encima, pero todavía faltaba para eso, como en el caso de Mahler.


Volvamos a la música actual, a la de este coreano que escucho esta noche, como a la de mi amigo Sánchez-Verdú, como a la de tantos otros compositores de hoy cuyos pentagramas saltan más allá de la realidad inmediata que nos circunda. ¿Música abstracta? Tal vez, pero no puedo dejar de pensar que me traslada y me sitúa en un espacio y en un tiempo que todavía no existe. No hablan del tiempo presente. Y no me deja nada tranquilo. Lo que intuyo que ellos anticipan, quizá de manera inconsciente, es un mundo desalmado, desolado, destruido. Y hay ya muchos elementos en esta guerra no declarada que vivimos en Europa, sin ir más lejos, que empiezan a iluminar ese espacio terrible: Insolidaridad creciente entre los ciudadanos, falta de escrúpulos ante las muertes de propios y ajenos. Enajenación de la instrucción y de la cultura para devorarnos los unos a los otros...
Quizás por esa razón, algunas películas recientes de lo que damos en llamar ciencia-ficción, se trasladan finalmente fuera del planeta, lejos del devenir de un sistema de producción, el capitalista, cruel y devastador, que nos devora a todos. Allí, en el espacio, suspendidos en la ingravidez, contemplamos un planeta luminoso y azul como los vidrios opalescentes de los artistas de los años veinte y treinta del pasado siglo cuya apuesta estética pareció, después de la "Gran Guerra", abrir una brecha hacia la felicidad. Aunque tan sólo fuese un fugaz espejismo, ya que algunos años después la experiencia nazi y la guerra volverían a arrojarnos al abismo del mal.



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