lunes, 2 de julio de 2012

EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS






Cuando el pintor Francisco de Goya y Lucientes inicia la serie de aguafuertes que llevarán el título de "Los Caprichos", que le ocuparán los años que van de 1793 a 1796, no puede ni tan siquiera intuir que está abriendo en la historia del arte una puerta a lo desconocido, al inconsciente, a lo que ningún pintor, hasta entonces, ha osado enfrentarse cuando se pone delante del papel o del lienzo. Pero es el que lleva el número 43, el que puede definir de manera elocuente lo que el artista trata de comunicar. El título garabateado sobre el lateral de la mesa, en la que dormita, no deja lugar a dudas: "El sueño de la razon produce monstruos." Con esta sentencia-reflexión, Goya se sitúa en la línea de lo que durante todo el siglo XVIII fue denominado en las distintas lenguas europeas como Lumières, Enlightenment, Aufklärung, Illuminismo o Ilustración. 

Ni el reinado de Carlos IV, más benigno que el de su sucesor, Fernando VII, ni algunos intentos liberales, como la Constitución de 1812, lograrán evitar que el país caiga en las tinieblas del obscurantismo. Los Borbones y, su aliada, la Inquisición, cerrarán a cal y canto la península ibérica a los influjos de la Revolución Francesa. El sueño de la razón empieza a materializar todos los monstruos posibles. La revolución burguesa jamás encontrará cobijo en el suelo patrio. A Francisco de Goya no le quedará más alternativa que el exilio. 

Una vieja historia que se repetirá muchas veces, que se sigue repitiendo ahora, en 2012, curiosamente, con un Borbón a la cabeza del país...


Mientras todo se precipita, mientras el Consejo de Ministros, desde el 26 de diciembre pasado, sigue dictando leyes y normas y sigue declarándonos la guerra a todos nosotros, la inteligencia colectiva musita y duerme profundamente.


Algunos viejos del lugar repiten una y otra vez, en pequeños corrillos, en cualquier parque, o en cualquier plaza, qué más tiene que pasar para que esto explote, para que la gente decida echarse a la calle y proclamar que hasta aquí hemos llegado. Certera y sabia pregunta que, sin embargo, no conlleva una clara y contundente respuesta.


Cuando el Estado Español ha saltado por los aires, haciendo dejación de sus más elementales principios de soberanía, permitiendo que entidades de carácter supranacional, nada representativas y menos democráticas, como la Unión Europea, el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional, etc. etc., interfieran y dicten la política económica y social de España, nada más grave puede suceder ya desde la política. Nuestra llamada democracia ha dejado de serlo. Incluso, por si cabía alguna duda, meses atrás, se aprobó una reforma constitucional, bendecida por ese bipartidismo que consagra el modelo sobre el que está basada la transición, es decir el impedimento de volver a una experiencia democrática verdadera.


¿Qué más tiene que pasar? Que ese Estado vaciado de contenido ejerza lo único que le queda, y lo haga contra la soberanía ciudadana, contra la inmensa mayoría de sus componentes: la violencia en todos sus ámbitos. Y lo está haciendo. Reprime las manifestaciones espontáneas, las discusiones en las plazas. Reprime con fuerza, nocturnidad y alevosía, deteniendo a sindicalistas durante la pasada huelga general. Desahucia a las familias de sus casas. Recorta los servicios sanitarios, cerrando quirófanos y centros de asistencia, y deja de financiar fármacos que la mayoría de la población usa cotidianamente para enfermedades comunes. Deteriora la enseñanza pública, reduciendo drásticamente el profesorado. Instaura el despido libre y permite ejercer a las empresas la violencia en última instancia, arrojando a las tinieblas a los trabajadores, deteriorando y socavando la vida material y psicológica de millones de familias. Y por último, trata de modificar el código penal para meter en el saco del terrorismo y la violencia callejera a millones de ciudadanos pacíficos, que protestan contra todas estas medidas infames que destruyen la vida de las personas.


¿Qué más tiene que pasar? La pregunta rememora con fuerza los títulos de las estampas de los Caprichos o de los Desastres de la Guerra del pintor de Fuendetodos. Pero la estampa 43 de la primera serie citada nos persigue con insistencia. Como una sombra, nuestra propia sombra. Salgamos del sueño, utilicemos esa inteligencia general que nos hace libres. Dejemos de dar vueltas y vueltas sobre procedimientos formales. Avancemos hacia un Frente Común Único. Hagamos política de una vez por todas y salgamos de nuestro propio yo. Los monstruos están aquí.











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